Jueves 3 de sept. de 1998

 








 

 


MENSAJE
La última actuación de Capucine

Hermano Pablo
Costa Mesa, California

L
a primera escena en ese hogar era encantadora. Cuatro hermanitos, de 10, 8, 6 y 4 años de edad dormían juntos el plácido sueño de la infancia. Eran las 2 de la mañana, y todos, hijos de María Grijalva, vivían en la misma habitación en Los Angeles, California.

La otra escena, un minuto después, fue terrible. El conviviente de María y dos hombres más entraron en la pieza. Discutieron sobre drogas y narcotráfico. Secaron revólveres y dispararon locamente diez tiros. El chico de 10 años recibió un balazo, y quedó muerto. La nena de 8 escapó por una ventana. Los otros dos chicos quedaron gravemente heridos. En medio de la santa paz hogareña, había estallado la violencia.

Esto nos lleva a varias reflexiones. La primera es que no es bueno que vivan seis personas en un solo cuarto. Si bien la necesidad tiene exigencias, y a veces no hay más remedio que rendirse a ellas, es lo mejor.

La segunda reflexión es que hogares desechos, como el de María, no pueden albergar la felicidad. No hay paz y alegría para los niños en nidos de dolor.

La tercera reflexión es la siguiente: el negocio del narcotráfico nunca podrá traer consecuencias buenas. La maldición ronda al acecho de ese negocio.

Y la cuarta reflexión es que es suprema insensatez batirse a balazos en un cuarto pequeño donde están durmiendo cuatro niños. En un cuarto atestado de gente, más que insensatez, es una locura.

¿Por qué es que muchas veces se pasa, es un instante, de la paz a la violencia? ¿Y por qué, en tantísimos hogares, hay más violencia que paz? La respuesta se halla en el fondo del corazón humano.

Cuando en lo profundo del corazón del hombre no hay paz, especialmente paz con Dios, la inquietud, el desasosiego, la ira y la violencia borbotan como las moléculas del agua de una olla puesta a hervir. No habiendo paz en el corazón, lo que hay es violencia.

Sólo Jesucristo restablece la paz del corazón, porque sólo Jesucristo puede reconciliar al hombre con Dios. Cristo ya hizo la paz y la reconciliación, dando su vida en la cruz como precio de paz y de amistad. Todo el que renuncia al mal y se entrega a Jesucristo, encuentra la salvación, la reconciliación y la perfecta paz. Rindámonos, pues, a El.

 

 

 

 

 

CULTURA
Rostro de Cristo en la parte trasera de tangas causa protesta.

 

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