Sábado 5 de sept. de 1998

 








 

 

FAMILIA
Unete a la lucha contra el flagelo de las drogas

James A. Inciardi

Dado que los nuevos tónicos contenían cantidades sustanciales de cocaína, por cierto hacían que los consumidores se sintieran mejor, al menos al principio, llevando así a la industria de medicamentos patentados a su edad de oro de popularidad.

La investigación sobre los misterios del opio durante el siglo XIX no sólo llevó al descubrimiento de Serturner de la morfina en 1806 sino al de más de dos docenas de alcaloides diferentes, incluidos la codeína, en 1831. Sin embargo, lo que es aún más importante, en un número de 1874 del Journal of the Chemical Society, el químico británico C.R.A. Wright describió una serie de experimentos que había llevado adelante en el Hospital St. Mary de Londres a fin de determinar los efectos de combinar diversos ácidos con la morfina. Wright produjo una serie de compuestos nuevos similares a la morfina, incluido el que pasó a conocerse en la bibliografia médica como diacetilmorfina.

El descubrimiento tanto de la codeína cuanto de la diacetilmorfina había sido el resultado de una búsqueda duradera de sustitutos más eficaces de la morfina. Este interés surgía no sólo de las calidades analgésicas de las drogas opiáceas sino también de sus efectos sedantes en el sistema respiratorio. El trabajo de Wright, sin embargo, en gran medida pasó sin que se conociera. Unos 24 años más tarde, no obstante, en 1898, el farmacólogo Heinrich Dreser informó una serie de experimentos que había llevado adelante con diacetilmorfina para Friedrich Bayer y Compañía, de Elberfeld, Alemania, señalando que la droga era altamente efectiva en el tratamiento de la tos, los dolores de pecho y las incomodidades asociadas con la neumonía y la tuberculosis. El comentario de Dreser adquirió inmediata notoriedad, pues se había producido en una época en la cual los antibióticos todavía eran desconocidos, y la neumonía y la tuberculosis estaban entre las causas principales de muerte. Afirmaba que la diacetilmorfina tenía un efecto sedante más fuerte en la respiración que la morfina o la codeína, que el alivio terapéutico llegaba rápidamente y que la probabilidad de una sobredosis fatal era casi nula. En respuesta a tales informes favorables, las Compañía empezaron a comercializar la diacetilmorfina, bajo el nombre comercial de heroína, llamada así por la palabra alemana heroisch, heroico y poderoso.

Si bien la heroína se promocionó como un sedante para la tos y como un medicamento para el pecho y los pulmones, fue invocado por algunos como un tratamiento para la adicción a la morfina. Esta situación parecer haber surgido de tres fenómenos en cierta forma vinculados. El primero era la creencia en que la heroína no producía adicción. Como escribió un médico en el New York Medical Journal en 1900.

Se ha advertido el acostumbramiento (a la Heroína) en un pequeño porcentaje de los casos. Todos los observadores han coincidido, sin embargo, en que ningún paciente sufrió en ningún sentido a raíz de este acostumbramiento y que ninguno de los síntomas que son característicos del morfinismo crónico se han observado jamás. Por otro lado, un gran número de los informes se refieren al hecho de que la misma dosis puede ser utilizadaq durante un largo tiempo sin ningún acostumbramiento.

 

 

 

 

 

 



 

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