Si bien el "Gobierno del Cambio" enfrenta la peor crisis social y política en sus casi 500 días de administración pública, no creo que las disonancias e inconformidades de algunos diputados y políticos panameñistas provoquen la ruptura de la poderosa alianza que llevó a Ricardo Martinelli al solio presidencial en mayo de 2009.
No todo ha sido color de rosas en la alianza gobernante. Los seguidores del desaparecido político Arnulfo Arias Madrid exigen espacios laborales en los tres �rganos del Estado y aseguran que los disidentes del opositor PRD entran en alfombra roja y con jugosos salarios al engranaje gubernamental, mientras que los "devotos del fufo" se comen un cable.
Hay descontento en la alianza, pero es muy difícil que a estas alturas del partido se rompa un matrimonio, que ya empieza a rendir dividendos gracias al desarrollo de programas como el necesario y reclamado Metro Bus, las Becas Universales y 100 para los 70.
Sería un acto tonto por parte de Varela y su gente alejarse en este momento de la "gallina de los huevos de oro", luego de pasar un lustro viviendo del subsidio.
Las dificultades de hoy son típicas de los gobiernos inexpertos. Dividirse en este momento hace más difícil gobernar y debilita los planes y programas en beneficio de las mayorías y hace feliz al otro, al posible amante clandestino, al PRD.
No hay por qué poner en riesgo a una administración que cuenta con mayoría parlamentaria y los fondos necesarios para vivir una vida política y una gestión gubernamental plena.
Martinelli, pese a algunas decisiones impopulares, conserva el carisma y la confianza de la mayoría de los panameños, que no toleran la intransigencia y la permanente oposición de algunos grupos a todo lo que realice el Gobierno aunque sea bueno, al parecer, en sintonía con posiciones y temas de la izquierda.