La máxima demostración de cobardía e irresponsabilidad es echarle al culpa a otro por los propios errores. Y más aún cuando se insiste en ello, a pesar de que todas las evidencias apuntan hacia uno.
Sucede en la administración pública y en la empresa privada. Sucede en las casas de familia y en las calles de nuestro país.
Se dice que es de humanos cometer errores, y que es más humano aún echarle la culpa de esos errores a otros. Cuando tenemos un accidente de automóvil, siempre fue el otro el que nos chocó, o fue el peatón quien se nos tiró a la calle. Puede que sea o no sea cierto, pero casi en todos los casos esta será nuestra respuesta automática ante una situación en la que tenemos que pagar caro por nuestros vicios y errores.
Aun así, por muy humano que sea este comportamiento, sigue siendo irresponsable y cobarde.
Y cuando la víctima de esta actitud cobarde es el último en el eslabón de mando, el que está más abajo en la cadena alimienticia, entonces esto se vuelve repugnante.
Claro, es lo más fácil. Echa un cuento chino y apunta el dedo acusador hacia el que menos posibilidades tiene de defenderse. Funciona muchas veces. A nivel de la administración pública, la historia de nuestro país está llena de casos de esta naturaleza.
Esta es la técnica favorita de los incapaces y los corruptos para salir de los aprietos en que ellos mismos se han metido. Y cuando algunos funcionarios públicos de alta jerarquía han cometido un acto de corrupción mayúsculo, no dudan en poner el peso de la responsabilidad sobre los hombros de los que están más abajo en el escalafón.
Cuando asumimos el liderazgo de una organización o nos encargan una tarea específica con personal bajo nuestro mando, debemos tener SIEMPRE algo presente: la cabeza siempre debe asumir la responsabilidad de las trastadas, y si alguien por debajo de él
ella metió la pata (o la mano), que se tomen las medidas disciplinarias correspondientes, pero no exhibirlo como el único culpable.
Se habla de que este gobierno es del CAMBIO. Si cuando hablamos de cambio nos referimos a que los jerarcas del gobierno afronten sus trastadas, y que los funcionarios relacionados con perseguir la corrupción se pongan a investigar a los de su propio bando por actos imposibles de justificar y explicar, entonces bienvenido sea el cambio.
