MENSAJE
¡Atate los cordones de los zapatos!
Hermano Pablo
Costa Mesa, California
"Atate los cordones de
los zapatos: mil veces te lo he dicho" gritó la madre iracunda.
Y la muchacha a regañadientes, se ató los cordones. Pero no
era sólo eso. Muchas veces al día la madre le decía
cosas como; "Péinate el cabello!", "Límpiate
las uñas", "Arregla tu cuarto". Y así fueron
pasando los años para Stephanie Santa María.
A los 23 años de edad, Stephanie, no soportando más la
carga, golpeó a su madre con furia incontrolada. Luego, voluntariamente,
Stephanie se entregó a la policía. Fue acusada de haber golpeado
con violencia a su madre.
Por la noche, la muchacha ajustó una vez más los cordones
de sus zapatos, pero esta vez alrededor de su cuello. Se suicidó,
aplastada por la pena, la amargura y la culpa.
Lamentablemente, esta misma situación suele repetirse en millones
de hogares. Stephanie fue siempre una muchacha descuidada. Su madre fue
siempre una mujer exigente. Las relaciones entre ambas nunca fueron buenas.
El llevarse bien con los hijos en nuestra sociedad moderna es asunto
difícil. Por un lado hay demasiados hijos e hijas rebeldes, y por
otro, demasiados padres y madres abusivos. Y entre todos hay demasiada falta
de ese amor que es aceite divino para suavizar los roces entre los humanos.
¿Cómo educar a los hijos? Este es el problema de muchos.
¿Con todo rigor y castigo? Con lenidad, suavidad e indulgencia? Hay
que castigarlos por cualquier desvío, o hay que disimular el agravio,
esperando que los hijos se corrijan solos?
La Biblia habla tanto a hijos como a padres, y aconseja: "Hijos,
obedezcan en el Señor a sus padres, porque esto es justo". "Honra
a tu padre y a tu madre - que es el primer mandamiento con promesa- para
que te vaya bien y disfrutes de larga vida en la tierra"".
"Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos, sino críenlos
según la disciplina e instrucción del Señor" (Efesios
6:1-4).
Para poder cumplir con lo que Dios manda, necesitamos que El habite en
nuestro corazón. Si Cristo no mora en nosotros, nuestras buenas resoluciones
no pasarán de ser sólo eso: buenas resoluciones. En cambio,
con Cristo en nuestra vida podremos cumplir sus mandamientos y tener la
paz que ese cumplimiento traerá.
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