Martes 22 de sept. de 1998

 








 

 


MENSAJE
Imagen de la familia

Hermano Pablo
Costa Mesa, California

"T
odo comenzó con densos nubarrones negros. Se fueron amontonando sobre el pueblo de Plainfield, Illinois, Estados Unidos, y el servicio meteorológico anunció: "Hay amenaza de fuerte tomenta". Sólo que en vez de una tormenta común de verano, lo que hubo fue un feroz tornado. El pueblo fue casi totalmente destruido. Grandes camiones y tractores fueron levantados de la tierra, y casas, establos y galpones volaron por el aire.

Bajo los escombros de una casa hallaron, muy débil y asustada, a Patria Uridel, mujer de 35 años de edad. Entre sus piernas aferraba a su hijo mayor, de 10 años, y en sus brazos sostenía a sus dos infantes. Patricia estaba toda cortada por los vidrios y pajas del establo, que tenía clavados en la carne. A través de toda esa odisea había salvado a sus hijos. "Yo no voy a permitir -dijo ella- que cualquier tormenta se lleve a mis hijos".

He aquí una madre valiente. Sólo los que han visto uno de esos tornados de grados máximo saben lo horriblemente destructores que son.

Patricia Uridel sufrió la pérdida total de la casa. Pero en medio de vientos que alcanzaron 400 kilómetros por hora, ella pareció clavarse al suelo, y con un esfuerzo sobrehumano retuvo a sus hijos con ella. "No voy a dejar que una tormenta se lleve a mis hijos", fue su determinación.

Lo mismo debieran decir todas las madres y todos los padres del mundo. Porque si bien no siempre hay remolinos atmosféricos que nos amenazan, sí hay otras tormentas que son mucho peores.

¿Qué del abuso de drogas? ¿No es acaso esta una tormenta más destructora que un tornado que puede destruir una ciudad? Debiéramos decir: "No voy a permitir que a mis hijos se los lleva la tormenta de la droga". Y abrazándolos con toda la fuerza de nuestro ser, toda la emoción de nuestra alma y una plegaria a Dios, debiéramos retenerlos en el hogar.

¿Y qué de otras tormentas: la tormenta del libertinaje, la tormenta del alcohol, la tormenta de la rebeldía, la tormenta del delito? Acaso no deben padres y madres también reaccionar diciendo: 2No dejaré que a mis hijos se los lleva la tormenta?.

Busquemos en Cristo el poder para conservar nuestro hogar sano y nuestra familia unida. Invitemos a Cristo a ser el Señor de nuestro hogar.

 

 

 

 

CULTURA
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