MENSAJE
Imagen de la familia
Hermano Pablo
Costa Mesa, California
"Todo comenzó con
densos nubarrones negros. Se fueron amontonando sobre el pueblo de Plainfield,
Illinois, Estados Unidos, y el servicio meteorológico anunció:
"Hay amenaza de fuerte tomenta". Sólo que en vez de una
tormenta común de verano, lo que hubo fue un feroz tornado. El pueblo
fue casi totalmente destruido. Grandes camiones y tractores fueron levantados
de la tierra, y casas, establos y galpones volaron por el aire.
Bajo los escombros de una casa hallaron, muy débil y asustada,
a Patria Uridel, mujer de 35 años de edad. Entre sus piernas aferraba
a su hijo mayor, de 10 años, y en sus brazos sostenía a sus
dos infantes. Patricia estaba toda cortada por los vidrios y pajas del establo,
que tenía clavados en la carne. A través de toda esa odisea
había salvado a sus hijos. "Yo no voy a permitir -dijo ella-
que cualquier tormenta se lleve a mis hijos".
He aquí una madre valiente. Sólo los que han visto uno
de esos tornados de grados máximo saben lo horriblemente destructores
que son.
Patricia Uridel sufrió la pérdida total de la casa. Pero
en medio de vientos que alcanzaron 400 kilómetros por hora, ella
pareció clavarse al suelo, y con un esfuerzo sobrehumano retuvo a
sus hijos con ella. "No voy a dejar que una tormenta se lleve a mis
hijos", fue su determinación.
Lo mismo debieran decir todas las madres y todos los padres del mundo.
Porque si bien no siempre hay remolinos atmosféricos que nos amenazan,
sí hay otras tormentas que son mucho peores.
¿Qué del abuso de drogas? ¿No es acaso esta una
tormenta más destructora que un tornado que puede destruir una ciudad?
Debiéramos decir: "No voy a permitir que a mis hijos se los
lleva la tormenta de la droga". Y abrazándolos con toda la fuerza
de nuestro ser, toda la emoción de nuestra alma y una plegaria a
Dios, debiéramos retenerlos en el hogar.
¿Y qué de otras tormentas: la tormenta del libertinaje,
la tormenta del alcohol, la tormenta de la rebeldía, la tormenta
del delito? Acaso no deben padres y madres también reaccionar diciendo:
2No dejaré que a mis hijos se los lleva la tormenta?.
Busquemos en Cristo el poder para conservar nuestro hogar sano y nuestra
familia unida. Invitemos a Cristo a ser el Señor de nuestro hogar.
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