�Qué consuelo se le puede brindar al corazón afligido de un hijo que llora por la inesperada muerte de un padre?
Quizás muy poco, porque en momentos en que la tristeza se apodera del pensamiento, no hay palabra que sirva de consuelo.
Y precisamente el sentimiento de dolor y pena fue el que embargó a muchos de los asistentes al sepelio del sargento Andrés Pineda ayer, sábado, en la mañana.
Las honras fúnebres en recuerdo a la unidad que cayó en el cumplimiento del deber iniciaron con una calle de honor hecha por sus compañeros de armas en la sede central de Ancón a la llegada del cuerpo.
En dicho lugar, se realizó la misa por el descanso eterno del sargento Pineda, a la que asistieron, entre otras personalidades, el ministro de Gobierno y Justicia, Daniel Delgado Diamante; la procuradora de la Nación, Ana Matilde Gómez, y el director de la Policía Nacional, Jaime Ruiz.
La ceremonia en la sede policial de Ancón terminó con la tradicional salva de 21 cañonazos, la entrega de la bandera nacional y demás reconocimientos al sargento primero, post mortem.
Tras los actos en Ancón, el cortejo fúnebre se trasladó hasta el Cementerio Colinas de La Paz, en el distrito de Arraiján.
Allí el sentimiento de dolor se hizo más patente. "Ahora quién me va a brindar todo el amor que tú me dabas", se preguntaba en medio del llanto uno de sus atribulados hijos.
Mientras que otro le imploraba al cuerpo inerte del ser amado que se levantara.
Súplicas que aunque no pudieran hacerse realidad, demostraban que el amor es algo más fuerte que la misma muerte.