El gobierno de la "Patria Nueva" manejó y manejará en su quinquenio de gestión casi 38 billones de dólares en presupuestos. Sin duda es una suma exorbitante y genera preguntas sobre qué cosas se han hecho con esos fondos.
No hay que olvidar que gran porcentaje de esa astronómica cifra se va en las quincenas de la burocracia estatal y el pago de la deuda externa y eterna.
Lo ideal sería destinar gran parte de los 38 mil millones de dólares en inversiones de infraestructuras y en los sectores sociales, pero eso se estrella contra la realidad del país. Panamá tiene una planilla estatal abultada que se heredó de la década del setenta, cuando el Estado era el gran empleador.
Lo que si es cierto que con las sumas destinadas a los presupuestos resulta incomprensible que existan en el país grandes bolsones de pobreza tanto en la capital como en el interior, en particular en las zonas indígenas.
El ejercicio de los gobernantes y técnicos debería ser buscar mejores fórmulas para sacar mayor provecho a los gastos que cada año hace el Estado, para que no se transformen en una especie de vasija sin fondo y sin mayor provecho.
Hay que buscar las mejores formas para el uso de las inversiones con fondos públicos, de forma tal que las ayudas a los sectores menos favorecidos generen facilidades productivas permanentes y que se le enseñe a los más pobres a desarrollarse y capacitarse, para lograr un mejor futuro.
De igual forma, la población debe intersarse sobre el manejo de los ingresos y gastos de sus impuestos, porque se trata de sumas nadas despreciables que en todo caso salen del bolsillo de los que pagan sus tributos al Fisco Nacional.