Luego de tres meses de madrugonazos, protestas, disturbios, repudio, muertos, heridos, daños materiales, inestabilidad y muchas otras secuelas, ayer el gobierno, obreros y empresarios dieron fin a la odisea de la Ley Chorizo, una aberración legal que nunca debió haber ocurrido.
Hay muchas lecciones que los episodios de la Ley 30, pero el principal va para la Administración Martinelli. Los madrugonazos no engañan a nadie en este país, y ningún panameño va a aceptar que se pisoteen derechos tan básicos como los laborales y los ambientales. Aprobar una ley que en título habla sobre mejorar la aviación comercial, pero incluyendo toda una serie de cambios en temas altamentes sensitivos para la sociedad, y pretender que el país no se iba a revolucionar de la forma que lo hizo, raya en la estupidez.
El precio lo ha pagado caro el gobierno en credibilidad, popularidad, tiempo y dinero. El desgaste para esta administración ha sido gigantesco, y el sorpresivo anuncio del presidente de que dividiría la ley 30 en seis leyes individuales, da cuenta de que el mandatario ya no veía la hora de dejar todo este embrollo atrás.
Por su parte el sector obrero tuvo que darse cuenta de que su actitud inicial de tratar de sabotear el diálogo nacional con ultimátums, le estaba generando rechazo del pueblo que ellos mismos dicen representar. De haber fracasado el diálogo, no había manera de que pudiesen responsabilizar al gobierno o los empresarios, y que el país lo creyera.
Una organización como el FRENADESO, con planes para crear un partido político, debe demostrar que tiene capacidad y voluntad de negociación en torno a los grandes temas nacionales.
Se acabó la Ley Chorizo. Solo esperemos que los protagonistas de este episodio vergonzoso de la historia nacional, hayan aprendido cabalmente su lección.