Martes 17 de nov. de 1998

 








 

 


MENSAJE
Enterrar la cabeza en la arena

Hermano Pablo
Costa Mesa, California

Adi Pandouraj, de Bombay, India, vivía en la mayor pobreza. La casa que habitaba, la ropa que vestía y el alimento que comía eran, de entre lo pobre, lo más pobre. Su esposa y sus hijos sufrían el dolor de esa condición.

Un día, cansada la esposa de soportar tantas miserias, le dijo: "Usa la cabeza. Tenemos que salir de esta pobreza". Y Adi, en efecto, usó la cabeza. La usó de la mejor manera que se le ocurrió. Se fue a una transitada calle de la ciudad y enterró su cabeza en un hueco de la vereda. Las limosnas comenzaron a lloverle. Hoy en día, tras cuatro años de usar así la cabeza, Adi, según la crónica, es el mendigo más rico del mundo.

Es cierto que en esta vida hay que saber usar la cabeza. La cabeza es el asiento de los sentidos físicos: la vista, el oído, el tacto, el gusto y el olfato. Y la cabeza contiene el cerebro, ese estupendo circuito electrónico capaz de almacenar quince mil millones de ideas diferentes a la misma vez.

Es el cerebro el que piensa, el que razona, el que planea, el que comunica, y puede ser usado para bien o para mal. Puede usarse para animar al desalentado, levantar al caído, honrar al Creador. Y puede también usarse para ideas delitos, planear fechorías, levantar calumnias.

Qué es lo que determina esto? Lo determina el corazón. Si bien el cerebro es la computadora que registra y disemina información, el corazón es lo que determina cómo el cerebro ha de ejecutar esa función.

Es el corazón lo que le dice al cerebro si ha de usar la información que tiene para bien o para mal, para hacer un favor o para cometer una fechoría, para levantar al caído o aplastarlo aún más. Es el corazón que determina si usará sus bienes para ayudar al necesitado o para satisfacer su avaricia, si ha de dar vida o muerte.

El hombre es por fuera lo que es por dentro. Sus manos hacen lo que su cerebro piensa, y su cerebro piensa lo que su corazón dicta. Toda acción del hombre comienza con los sentimientos del corazón.

Pero eso es tan importante rendirle nuestro corazón al divino Creador. En una oración sencilla pero sincera, digámosle a Cristo: "Yo te entrego mi corazón, Señor. Haz de mí una persona nueva".

 

 

 

CULTURA
Estrenan en diciembre película con Servando y Florentino.

 

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