El hábito del ahorro ha tratado de ser inculcado por diversos gobiernos, empresas privadas y dirigentes durante décadas. Y las oportunidades de ahorrar son muchas. Ya sea con una cuenta bancaria, una cooperativa o una alcancía de cerámica, las opciones que tenemos son más que suficientes.
Tomando en cuenta lo difícil que está la vida con los constantes aumentos en la gasolina, el transporte y los productos de la canasta básica familiar, la capacidad de ahorro de los panameños se restringe día con día.
Aun así, encontramos a suficiente cantidad de gente que aún tienen la fuerza de voluntad para hacer depósitos regulares a su cuenta de ahorros, o que cuentan con la disposición para autorizar un descuento directo de su sueldo.
Pero da la casualidad de que no todos ahorran para cosas útiles, como el abono de una casa, los estudios de los hijos. Ni siquiera para los regalos de Navidad para la familia.
Resulta que muchos ahorran para carnavales. O sea que se sacrifican todo un año para gastarse todo en guaro y perdición los últimos cuatro días.
Básicamente, se han pasado un año completo acumulando una respetable cantidad de dinero para tirarlo por la borda en algo que no les dejará nada en el futuro.
El ahorro sólo es útil si lo usamos para fines provechosos. Además, no se trata de ahorrar por un tiempo determinado y luego sacarlo todo. El ahorro es un amortiguador de nuestras finanzas personales. Si acabamos con ese colchón de un solo golpe, no tiene chiste.
Lo ideal es establecer una cantidad base, de modo que cuando estemos en dificultades o necesidades económicas, saquemos dinero hasta cierto punto, para no fumarnos todas nuestras reservas.