La muerte del niño Carlos Calderón, la tarde del jueves en el Centro de Educación Básica General Santa Isabel, en el distrito de Chepo, se debió a un paro cardíaco, así lo determinó ayer medicatura forense.
Según la madre del niño de 12 años, Soraida Calderón, los exámenes que le practicaron a su hijo determinaron que su corazón le había crecido. "Me dijeron que tenía una enfermedad hereditaria llamada cardiomiopatía hipertrófica", reveló.
La cardiomiopatía hipertrófica (CMH) es una enfermedad hereditaria que afecta directamente al músculo cardíaco.
PRIMERAS VERSIONES
Antes de conocer la causa de la muerte de "Carlitos", se especuló que la misma pudo haber sido ocasionada por unos golpes que recibió de parte de otro estudiante dentro de su salón de clases. Versión que quedó descartada.
"Carlitos", quien era el mayor de dos hermanos, tenía como sueño convertirse en un veterinario por el amor que sentía por los perros. Hoy, ese deseo sólo quedará en el recuerdo de su familia, que nunca sospechó de la enfermedad que padecía.
Crítica viajó ayer hasta el distrito de Chepo. Una calle de piedras sin salida nos dirigió hacia donde creció Carlos. Rostros devastados eran una muestra evidente de la alegría que una vez irradió "Carlitos".
Al ingresar a la residencia, la Casa 68 de El Lago, su única hermana, Yakzury López, de 10 años, lucía abatida. Sus ojos no podían dejar de llenarse de lágrimas. Y es que no podía aceptar que ya no iba a disfrutar de la felicidad contagiosa de su hermano cada vez que se sentaba frente al televisor a disfrutar de su cómica favorita, "Gokú".
"No puedo creer que mi hermano ya no estará más con nosotros. Aunque muchas veces peleábamos, yo lo quería muchísimo. Nunca lo voy a olvidar", decía entre sollozos Yaksury, mientras era consolada por su abuela Dominga Tuñón.
A Dominga le queda como último recuerdo la felicidad de Carlos por haberse ganado siete dólares en una máquina de juegos en el sector de Coquira, un paseo que hicieron el día trágico de su muerte.
"A las nueve de la mañana nos fuimos a Coquira a pasear para regresar a las once, porque tenían que ir para la escuela. Mi nieto estuvo muy feliz, porque se había ganado siete dólares. Jamás podré olvidar que me regaló cinco dólares", recordó.
DOLOR IRREPARABLE
Cerca de la puerta de la casa estaba Soraida Calderón. Completamente deprimida, no podía dejar de abrazar el cuadro donde aparece su pequeño de 12 años junto a su otra hija.
"No puedo creer que mi hijo ya no estará más con nosotros. La última vez que lo vi con vida fue antes de que se fuera para la escuela. Estaba super feliz, nunca antes lo había visto así", narró Soraida, mientras apretaba una de las manos de su esposo, José Alberto Igualá, con tal de encontrar la fórmula para calmar el sufrimiento que la embargaba.
De repente, la visión se le nubló a Soraida por las lágrimas inspiradas por el dolor. Su cabeza la escondió entre sus piernas, mientras que sus manos fueron llevadas a la cabeza. Era el dolor más cruel que se pueda conocer.
"A mí me avisaron que mi hijo estaba en el hospital, aproximadamente a las 5: 00 de la tarde. Cuando llegué al hospital mi hijo estaba morado. Quiero aclarar que mi hijo nunca sufrió de problemas cardíacos", explicó.