Jueves 3 de dic. de 1998

 









 

 


MENSAJE
Trescientos kilos de maldad

Hermano Pablo,
Costa Mesa, California

N
acieron juntos y crecieron juntos, desmedidamente. A los doce años de edad ya pesaban ochenta kilos cada uno. A los veinte alcanzaron los cien. A los treinta, los mellizos Pat y Pete Bondurant pesaban ciento cincuenta kilos cada uno. Pat y Pete trabajaban conduciendo grandes camiones de carga, único trabajo que les venía bien. Eran bebedores de cerveza y amigos de la riña y las peleas.

Un día cometieron un crimen nefando. Violaron y mataron a una muchacha. Fueron arrestadois, juzgados y condenados a prisión. La gente, que siempre tiene su sabiduría, hizo este comentario: "Esos mellizos nunca tramaron nada bueno. Los dos suman trescientos kilos de maldad".

Sin embargo, pregunto: Acaso tenía algo que ver el volumen de sus cuerpos con el volumen de su felonía? Seguro que no. Una persona puede ser grande y a la vez muy mansa. Y una persona pequeña puede estar sobrecargada de maldad. El alma de un hombre grande, por otra parte, puede ser muy chica, así como el alma de una persona pequeña puede ser muy grande.

El tamaño del cuerpo, o el color de la piel, o si el pelo es rubio o negro, o si la persona es rica o pobre, no tiene nada que ver con los sentimientos del alma ni con la sensibilidad de la conciencia. Estos elementos pertenecen al orden espiritual, no al orden físico.

Qué es, entonces, lo que empuja a un hombre a ser malo? Los pensamientos de su mente, las disposiciones de su corazón. Y qué es lo que hace que un hombre sea bueno? Es exactamente lo mismo: los pensamientos de su mente, las disposiciones de su corazón.

Surge la pregunta: Cómo se controlan esos pensamientos de la mente y esos sentimientos del alma? Eso lo determina el que denomina a la persona. Si está dirigida sólo por el espíritu humano, siempre será imperfecta. En cambio, si está dirigida por el espíritu de Cristo, será una persona de paz: digna, sana y justa.

Cuando Jesucristo es Nuestro Señor y dueño, y cuando nosotros nos sometemos totalmente a su señorío, ocurre algo maravilloso. Es la transformación que la biblia llama "el nuevo nacimiento". Esa nueva vida puede ser nuestra. Cristo quiere dárnosla. Sólo tenemos que rendirnos a su señorío. Por qué no lo hacemos hoy mismo?

 

 

 

 

 

CULTURA
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