Jueves 17 de dic. de 1998

 








 

 


MENSAJE
"Te amo, Tina"

Hermano Pablo
Costa Mesa, California

Era el último acto de un corazón confundido que había sufrido el desengaño y la soledad, el último paso que tomaba Terencio Huerta, joven de 19 años, que había sido engañado por la muchacha de sus sueños. Una noche, caminando juntos, él, ya sin esperanza, le dijo: ¡Te amo, Tina!. Era una de esas frases casi triviales entre adolescentes, pero ésta tenía otros matices.

No bien la había pronunciado, Terencio sacó de su bolsillo un pequeño revólver, calibre 22, lo acercó a su sien y apretó al gatillo. Hubo un estampido, un poco d ehumo, y un quejido ahogado de Terencio. Pero Terencio ho se desplomó, sino que el plomo se medio atascó en el cañón del arma y, aunque salió lo suficiente como para rozar el cráceo de su blanco, no entró. El joven sólo sufrío una contusión.

Dije que este era el último paso para Terencio. A pesar de lo joven que era, ya había sufrido más que un adulto. Había sido abandonado por sus padres. La calle era su hogar. Sus maestros eran delincuentes empedernidos.

Su vida entera había sido la de un prófugo permanente. La droga lo había llevado al crimen, y había conocido repetidas veces las rejas de una cárcel. Cuando la amiga en quien él confiaba también lo defraudó, no pensó más que en el suicidio.

Así como Terencio, hay muchas otras personas que han perdido todo deseo de vivir. Cuando no se sienten necesitadas, cuando toda esperanza de amistad, de utilidad, de paz, se ha esfumado, cuando nadie demuestra interés en ellas, ¿para qué seguir viviendo?

Yo me he preguntado si Jesucristo no sintió alguna vez el dolor del desprecio. Por momentos todos lo abandonaban. Pocos reconocieron la magnitud de su misión. Cuando sanaba a algún enfermo, las multitudes lo seguían, pero cuando se vio rodeado de soldados en el huerto del Getesmaní, todos lo abandonaron, hasta sus propios discípulos.

Con todo, ese Cristo, que sabía lo que era la soledad, murió por nosotros, resucitó y vive ahora en majestad divina. Y puede y quiere ser nuestro amigo. Su amistad neutraliza la necesidad del suicidio, y su compasión devuelve las esperanzas perdidas. No rechacemos su amor. El sólo espera escuchar nuestra voz. Digásmole: "¡Señor, te necesito!" Rindámosle hoy nuestra vida.

 

 

 

 

 

 

 

 


 

CULTURA
El 98 fue un año vulgar en el mundo de los espectáculos de EEUU

 

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