Dos agentes de seguridad resultaron asesinados en las últimas horas por parte de maleantes que buscaban quitarles sus armas de reglamento. Lamentablemente, en estos días de violencia generalizada en nuestros barrios, de pandillas que controlan y aterrorizan a las comunidades, los guardias de seguridad se han convertido en blancos fáciles.
Son hombres humildes parados solos en la oscuridad frente a un local comercial, muchas veces sin uniforme, con un arma vieja y expuestos a cualquier ataque traicionero.
Los guardias de seguridad están entre los trabajadores que más violaciones sufren en sus derechos laborales. Son hombres que arriesgan sus vidas a diario, generalmente por una remuneración equivalente al salario mínimo.
A algunos ni siquiera les dan uniforme. Y se han dado casos de agentes a quienes se les entrega un arma sin municiones. Otro tanto jamás reciben una ficha del seguro social, aunque les descuentan la cuota de su cheque.
Esta profesión necesita una regulación que les devuelva su dignidad a estos sacrificados trabajadores.
En estos días, mantenerse seguro es un elemento primordial. El negocio de los agentes de seguridad sigue creciendo, pero los beneficios económicos no son transferidos a los agentes en la medida que ellos se merecen. Ellos son la primera línea de defensa entre nosotros y los delincuentes, y merecen ser tratados con la dignidad y el respeto que se merecen.