EDITORIAL
Nubarrones políticos
En la provincia de Coclé
se ha desatado una controversia entre candidatos del Partido Revolucionario
Democrático y el Partido Liberal Nacional por la postulación
de candidatos en circuitos uninominales, lo que hace suponer que la tan
proclamada unidad del oficialismo está en duda.
A pesar de que los organismos encargados de vigilar la ética
de los comicios están pidiendo cordura y mesura en la contienda electoral,
todavía hay fisuras que se advierten por la actitud de los propios
candidatos que no disimulan en proyectar una imagen de que no habrá
actitud de limar asperezas porque nadie quiere ceder a lo que supuestamente
se han ganado al triunfar en unas elecciones primarias.
Las diatribas entre la alcaldesa Mayín Correa y el aspirante
Juan Carlos Navarro, también están en el tapete al denunciar
el exdirector de ANCON a la Primera Autoridad del Distrito Capital de nepotismo,
señalando que tiene un número plural de parientes nombrados
en la Alcaldía capitalina. Los casos de Víctor Méndez
Fábrega y Mariela Jiménez, del Papa Egoró; de Alfredo
Oranges Bustos; de Rosa de Shailer y otros se comentan en los medios de
comunicación y en los corrillos políticos con más inquietud
de lo acostumbrado. Y a ello hay que añadir los cuestionamientos
que se hacen los candidatos presidenciales sobre la propuesta del aspirante
Alberto Vallarino, de que podrá lograr 250,000 plazas de trabajo
para resolver el grave problema de la falta de empleos en nuestro país.
Hasta los más optimistas, exceptuando los entusiastas de Unión
Opositora que creen en esa propuesta, dudan que se pueda cumplir a cabalidad
ese objetivo y en el horizonte canalero también aparecen nubarrones
sobre la anunciada marcha de empleados de la vía interoceánica,
que se han dejado obnubilar por lo que creemos es una utopía que
se le paguen indemnizaciones por 7,000 millones de balboas en prestaciones
atrasadas.
Como es evidente, el ambiente se está caldeando y a ello contribuye
un clima de desengaño, frustración y desánimo. Los
dirigentes políticos deben reflexionar sobre las consecuencias de
que se altere la tan decantada paz social. Estamos en las postrimerías
de la ruta al milenio y debemos proyectar madurez cívica y no desasosiego,
sin embargo, los dirigentes de la política partidista parecen no
ver más allá de sus narices cuando atizan la hoguera de las
bajas pasiones.
Debemos enfrentar los próximos comicios con altura y responsabilidad.
No hacerlo pone en grave peligro a la democracia.
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