domingo 15 de febrero de 2009

 

S E C C I O N E S

EPASA EN LINEA

PANAMA AMERICA

DIAaDIA EN LINEA

REVISTA SIETE!


primera plana

portada

al cierre

nacional

política

opinión

economía

el pueblo habla

relatos y reportajes

la voz del interior

deportes

el mundo

viva

en la cocina

consultorio m�dico

sucesos


ediciones anteriores

buscador de noticias

clasificados EPASA

otros sitios de interés

CRITICA
 


  ESPECIALES


Recordando la Casa del Arte (I Parte)

José Morales Vásquez ([email protected]) | Investigador de Arte.

haga click para ampliar la imagen

Vistas de la Casa del Arte.

Rescate del Olvido, cede el espacio a la profesora Linares, gran conocedora de las interioridades de la Casa del Arte, que fue gran semillero de los mejores exponentes de la plástica panameña.

GEORGINA LINARES
En el Casco Viejo de calles angostas y ladrillos, con farolillos de luces tenues de metal y vidrio que invitan al romance tomado de la mano, al beso volado (escondido), con balcones que en épocas gloriosas brillaban de esplendor por su riqueza de diseños y casonas, con entradas de mármol algunas o losas pintadas a mano con diseños ricos en estilos y coloridos llenas de historia, donde nacieron presidentes, diputados, grandes médicos, maestros, periodistas y tanta gente grande y pequeña que nos hablan con cierta nostalgia de su juventud cuando caminaban por el paseo de las bóvedas o por los parques en las tardes con un clavel en el ojal.

En medio de todo ese ambiente de historia y de bohemia, había un lugar donde el arte se respiraba como parte del sentimiento, de la vivencia.

En una época donde el arte se vivía, donde se trabajaba por el placer de crear belleza. Allí vivía Domingo García de Paredes, joven pintor panameño, el cual proyectaba un gran futuro dentro de la plástica nacional.

Lo conocí en 1972 cuando presentaba una exposición de sus últimas creaciones en la galería de Arte DEXA de la Universidad de Panamá.

Recuerdo su figura esbelta, sus lentes tipo Ray Ban, sus cabellos crespos castaños con una división en el medio y que caía sobre sus hombros delgados, de sonrisa amplia que inspiraba confianza, sencillez, con aire de solitario, filósofo, poeta y puedo decir que mucha ternura.

Era ese tipo de artista que a kilómetros se distingue que son artistas, pues son los eternos buscadores de la belleza de las cosas, de plasmar la vida, el amor y todo aquello que tenga un significado de ser.

Para esa época, él había sido el ganador del Premio Xerox, como Mejor Expresión Pictórica.

Con cierta timidez, me invitó a su estudio, lo cual acepté de inmediato. Creo que todos, de alguna manera, sentimos curiosidad por conocer el estudio de un artista.

Al llegar al estudio, me sentí como en otro mundo, el olor al óleo, la resina, los lienzos desnudos esperando que un pincel con una mano diestra le diera expresión, el sol entraba por todos lados, la música era agradable, relajante, la brisa fresca, era la Casa del Arte y el Diseño Joven, situada en medio de calles de ladrillo, balcones para serenatas y el mar como fondo de imagen. Domingo me presentó a los artistas que compartían sus estudios en ese lugar.

Viene a mi memoria las figuras geométricas y lineales ricamente coloridas de Luis Almanza, quien trabajaba en su estudio, un joven alto de figura atlética, muy serio, de poco hablar y dedicado a la pintura y sus estudios.

A Luis Aguilar Olaciregui, para él, pintar era como una fiesta de alegría, se reflejaba en cada pincelada, en la música que escuchaba, él era bullanguero, alegre, su voz se escuchaba por todos lados. Luis Aguilar Ponce siempre muy serio, callado, se le veía muy poco, siempre estaba trabajando, su esposa era su modelo y sus técnicas para plasmar la silueta femenina proyectaban mucha pasión y sensualidad.

También tenía su estudio en ese lugar, Omar Llamas, para entonces ya su pintura era incomparable, decidida y hermosa. El acuarelista más brillante que conocí cuando fuimos presentados, quería ser el mejor.

El escurridizo Herrarte, nervioso, esquivo, más bien tímido. Del maestro Adriano Herrerabarría, de quien emanaba una energía casi explosiva, recuerdo que cuando llegaba a la Casa del Arte daba la sensación que los cimientos se estremecían, igual de fuerte era su pintura. Mi amigo Earl Denis Livingston, un hombre monumental con su corazón tan grande como él. Maestro de párvulos y artistas, aún ahora me parece que su estudio era muy pequeño para su volumen.

El señor Julio Lambert y su estudio de fotografías, serio y callado, llegaba en las tardes y siempre tenía trabajo.

 

linea
linea gris
 

   copyright © 1995-2008, CRITICA EN LINEA
todos los derechos reservados