Martes 23 de febrero de 1999

 








 

 


MENSAJE
Vivir hasta ver justicia

Hermano Pablo,
Costa Mesa, California

Primero la atacaron. Luego le robaron. Acto seguido, la violaron. Después la acuchillaron. Y como si todo eso fuera poco, a aquella mujer de treinta años de edad la encerraron en el portaequipaje de un auto. Cuando terminó de llorar y se serenó un poco, la mujer, de Chicago, Illinois, metida dentro de esa tumba, determinó: &laqno;Saldré de aquí para ver que se me haga justicia.»

Estuvo ocho días encerrada, ocho días sin comer ni beber. La sostuvo sólo su férrea voluntad de ver que se hiciera justicia. Ella misma por fin se libertó saliendo por el asiento de atrás del auto. Y en el transcurso del tiempo pudo ver a su atacante, Donaldo Blackmon, ser arrestado y condenado a prisión.

La voluntad de vivir es una fuerza incalculable. Hay enfermos de cáncer que han hecho la firme determinación de seguir viviendo, y han detenido su enfermedad y han sobrevivido muchos años más de lo esperado.

Hay mujeres abandonadas, dejadas solas por un marido perverso, que han tomado la firme decisión de sobrevivir a toda costa, y lo han logrado para cuidar de sus hijos, educarlos, y ver al fin su triunfo.

Hay quienes han naufragado y, sobre una balsa en el mar, han sobrevivido con agua de lluvia y peces crudos.

Hay personas que han sobrevivido a un accidente aéreo y han atravesado bosques y montañas durante días y días hasta encontrar socorro. Una joven alemana, estudiante, se accidentó en un pequeño avión en la selva amazónica, y caminó sola por la selva durante tres meses, alimentándose de frutas silvestres, hasta llegar a la civilización.

A esa voluntad férrea de sostenerse en medio de la más adversa situación se le llama fe. Esto se debe a que la fe en Dios, nuestro Creador, y en Jesucristo, nuestro Salvador, produce el milagro que necesitamos. Es mucho más que la simple fuerza de voluntad. Esa fe introduce en nuestras circunstancias el poder de Dios, el Creador de todo lo que existe.

En medio de nuestro dolor, hay esperanza. Mientras hay vida, hay esperanza, y mientras exista Dios, hay esperanza. No nos demos por vencidos por nada en la vida. Clamemos a Dios en medio de nuestra desesperación. Él sólo espera oír nuestro clamor. La invitación de Cristo es: &laqno;Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso» (Mateo 11:28).

 

 

 

 

CULTURA
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