Al hablar de los pesimistas vs. los optimistas, hay que establecer algo primero. La mayoría de las veces, las cosas malas nos llegan solas, mientras que las cosas buenas no caen del cielo, hay que buscarlas con mucho esfuerzo.
El problema cuando se trata de los pesimistas extremos es que sienten que ni siquiera vale la pena esforzarse en buscar las cosas buenas.
La mayoría de los casos, si no todos los casos, el elemento determinante es si podemos o no hacerle frente a los problemas que nos agobian es la actitud que asumimos frente a ellos.
Los pesimistas ven los imprevistos como calamidades; en cambio, los optimistas los ven como oportunidades y retos que hay que afrontar para mejorar, aprender y crecer.
A veces, la negatividad que hay en ambiente penetra en nuestro subconsciente. Tantos robos y homicidios, el aumento del costo de la vida y los bajos salarios nos hacen sentir que estamos arrinconados.
Es en esos precisos momentos, los momentos de crisis, que la gente optimista, esa que echa pa' lante sin importar lo que venga, brillan. En tanto, los que sienten que su vida es un desastre sin remedio, se hunden.
De hecho, la vida de la mayoría de los pesimistas no es tan mala como ellos mismos la perciben. Siempre hay alguien que está peor que nosotros económicamente, y de los peores hoyos de miseria ha salido, gente que se ha vuelto exitosa.
El éxito no es el logro de una meta, el éxito es un estado mental. Es mentalizarse en que no se puede echar pa' atrás ni para agarrar impulso. Es la actitud de los no se dejan intimidar ni avasallar ni derrotar.
Al contrario, los pesimistas ya han perdido la batalla antes de comenzar. Sin empezar una meta, imaginariamente ponen sus obstáculos. No se atreven a arriesgarse, porque piensan que todo saldrá mal.
Cuando nos encontremos en dificultades, no nos enfoquemos en el problema, sino en qué tenemos que hacer para resolverlo.
Buscar soluciones es la mejor manera de enfrentar los problemas que se le presentan a todas las personas.
