La ampliación del Canal de Panamá será quizás el proyecto más trascendental del segundo centenario de la República. La construcción y operación de la vía acuática fue, junto a nuestra separación de Colombia, la iniciativa más importante de los primeros 100 años de vida como nación.
Ahora, esa obra maravillosa que une los océanos y facilita el comercio mundial, vuelve a tomar un papel preponderante en nuestra vida republicana.
La construcción de buques que exceden las actuales dimensiones de las esclusas del Canal panameño hacen prioritario, los trabajos de ampliación de la vía, inaugurada el 15 de agosto de 1914.
La tendencia del comercio marítimo es la construcción de buques Post Panamá. Ya los puertos de la Costa Este del imperio norteamericano están profundizando su cauce para permitir el ingreso de esos monstruos con capacidad para transportar hileras de contenedores.
Los informes oficiales revelan que el 60 por ciento de la carga que transita por nuestro cabal tiene su origen o destino la Costa Este. Es básicamente un intercambio comercial con las naciones asiáticas, pero Panamá es el puente que facilita esas operaciones.
El Canal de Panamá desde su traspaso a manos panameños ha remitido al Tesoro Nacional casi 1,000 millones de balboas. Es probable que esos aportes disminuyan, cuando se tome la decisión de ejecutar la totalidad de los planes de ampliación, que de incluir un tercer juego de esclusas, tendrían un costo estimado entre 5,000 y 8,000 millones de balboas.
Esos trabajos deben ser financiados con los propios ingresos que genere la vía y deben ser aprobados por el pueblo panameño en una consulta popular.
No hay duda que la ampliación canalera traerá años de bonanza para el país y generará miles de empleos, pero lo importante es analizar adecuadamente los pro y contra del proyecto, donde tendrá vital importancia las posibilidades de recuperar tan millonaria inversión.