E l próximo 2 de noviembre, Estados Unidos celebrará sus elecciones presidenciales, en donde el actual mandatario George W. Bush busca su reelección para un periodo de cuatro años. Su rival, el demócrata John Kerry, consolidó su nominación y no esperó para atacar al presidente republicano.
El pasado jueves, salió en la televisión estadounidense una cuña publicitaria de Bush, definiéndose como "el defensor de los derechos, la democracia y la libertad, que enfrenta al terrorismo, promoviendo la seguridad nacional". Una imagen breve muestra a los bomberos de Nueva York rescatando heridos tras la tragedia del 11 de septiembre de 2001 como telón de fondo.
Los demócratas no tardaron en cuestionar a Bush. Familiares y sobrevivientes del 11 de septiembre cuestionaron al mandatario porque, según ellos, los muertos no son políticos y se juega con el descanso de las víctimas de ese fatídico día.
De inmediato uno identifica a Bush con el 11 de septiembre, simplemente porque fue el presidente que en su periodo sufrió en carne propia la tragedia dantesca. Por supuesto, también es la garantía y principal punto de la campaña de reelección de los republicanos, pues para ellos la seguridad nacional, la lucha contra el terrorismo y el desarrollo del complejo militar son prioridades claves para ganar.
Una cosa es cierta: No se le puede negar a Bush su derecho a promover su política reeleccionista basada en sus logros luego del desastre del 2001. Bush reactivó el poderío militar norteamericano, que de hecho genera miles de empleos; reconstruyó Nueva York y el Pentágono, derrocó a Saddam Hussein en Irak y puso control al terrorismo.
Esto del uso de los símbolos y sobre los derechos de usar las impactantes imágenes del 11 de septiembre para sacar provecho en una campaña presidencial nos recordó el caso de Guillermo Endara con el Partido Arnulfista, por la utilización de la imagen de Arnulfo Arias en las propagandas del Partido Solidaridad.
Esto demuestra que en la política se cuecen habas, tanto en el Capitolio de Washington como en los pasillos de la Presidencia de Panamá. Todos buscan lo conveniente, sin importar los mecanismos, para obtener la promoción necesaria con el fin de ganar el poder. Al fin y al cabo, todos somos humanos e iguales ante Dios.