Usualmente elegimos del almacén de la memoria estos temas vibrantes de sentida actualidad que pesan y evolucionan en la conciencia del hombre actual. Uno de estos flagelos es la pobreza que se mueve en nuestra sociedad con todos sus lastres infortunados, como enorme nube gris empañando la atractiva luminosidad del sol. Existe un grave desequilibrio, el planeta y sus recursos cada día que pasa se empobrece más, los ríos aminoran sus caudales y algunos hasta pierden los flujos transitoriamente y la tierra, clama por ser incentivada de los alicientes orgánicos que les han sido sustraídos a través de los siglos, caída en la penosa improductividad.
El hombre insistentemente la escudriña, pero el vientre ya debilitado no puede ofrecer nada. Los componentes físicos y químicos salieron en fuga con aires de desprecio dejándola abandonada, y esto es lo bastante abrumador para el ser razonable arrendador de las bondadosas utilidades.
Visto a través del prisma de la exigente meditación es obligatorio el uso de más tractores, rastras, sembradoras y cosechadoras que reemplacen la lenta mano del hombre estrenada desde tiempos inmemoriales, aplicando procedimientos arcaicos de cosechas decaídas, alejada de toda reversión lucrativa multiplicada. Datos estadísticos universales demuestran una escalofriante cifra, hay más de 1020 millones de personas alrededor del mundo prisioneros por el hambre y de la desnutrición, presumiéndose que será declinada de aquí al 2015 a la mitad. Alimentarse es la proeza más embarazosa a la que puede someterse nuestra humanidad en el presente periodo.
Nuestros gobernantes deben preocuparse dando un alto y pensar con entera devoción analizando que todos debemos tener las posibilidades adquisitivas de alimentos que reinen en la mesa diaria plenamente.