La ciudad de Panamá y su millón de ciudadanos se quedaron más de un mes sin abastecimiento de agua potable, en enero de este año, a causa de unos torrenciales aguaceros nunca vistos en 200 años, que provocaron deslaves al lago Alajuela.
Las aguas arrastraron miles de toneladas de tierra de las orillas de los lagos Gatún, lo que centuplicó el nivel de turbiedad, superando la capacidad de purificación del líquido en la potabilizadora de Chilibre, situación que vivieron los nacionales con angustia y desazón.
La falta del vital líquido no fue por una prolongada sequía. Fue paradójicamente por el exceso de depresión pluvial. Pero los efectos lo sentimos y debiera llevarnos a una seria reflexión sobre el líquido, a propósito del Día Mundial del Agua que se celebra el 22 de marzo de cada año.
El 71% de la superficie terrestre está cubierta de agua, aunque aproximadamente el 2% es potable (dulce), y por ello debe conservarse. En ese sentido la Autoridad Nacional del Ambiente (ANAM) desarrolla programas para combatir la erosión como producto de la actividad humana y en el lago Alajuela tienen un Proyecto de Desarrollo Comunicativo, Participativo y Manejo Integrado con las comunidades.
Lucía Chandeck C., administradora general de la Autoridad Nacional del Ambiente (ANAM), e Hiroaki Endo, jefe del grupo de la misión japonesa en Panamá (JICA), firmaron recientemente un documento y encabezaron la sesión de evaluación del informe final del proyecto que difundió unas 40 técnicas que permiten a las comunidades adquirir nuevas tecnologías para el trabajo agropecuario.
El proyecto que desarrolla la ANAM, conjuntamente con la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA), lleva cinco años de desarrollo y es considerado exitoso por muchos países de la región que han venido a conocer y tratar de replicar las experiencias, que de paso debe replicarse en todo el país. Es el Día Internacional del Agua.
