Los panameños acostumbramos a decir "Felices Pascuas" con motivo de la Navidad, sin embargo, se comete un error, porque la Pascua en su sentido original tiene su plena realización en la muerte y resurrección de Jesucristo.
Es por eso que el punto culminante de las celebraciones de la Semana Mayor, es la Vigilia Pascual y el día de la Resurrección, porque como enseña el Apóstol Pablo, si Cristo no hubiera resucitado vana sería nuestra fe y vana o inexistente la esperanza de la vida eternas (1 Cor. 15, 14-15).
Los católicos deben comprender el valor de la Resurrección de Jesucristo, ya que ese fue su triunfo sobre el pecado y sobre la muerte. El Domingo de Pascua de Resurrección es el día verdaderamente grande y esplendoroso de la Iglesia de Dios. La idea del triunfo de Cristo sobre sus enemigos lo llena todo. Todos los textos del rezo litúrgico y de la misa son gritos de victoria, reforzados por repetidos y jubilosos aleluyas.
Esta Pascua es como la primavera de las almas, en ella se renueva todo, y, sobre todo, se robustecen la fe, la esperanza y la caridad. La Resurrección de Jesucristo debe señalar para todo buen cristiano una época de renovación espiritual: ideas nuevas, obras nuevas, anhelos nuevos y puros, alejando rencillas, viejos vicios, viejas e inveteradas miras personales, para revestirse del espíritu de Cristo.
Por eso el amor al prójimo y el ser buenos cristianos no debe limitarse a los días de la Semana Santa, debe ser un compromiso permanente en atención al Hijo de Dios, que se sacrificó por nosotros y murió clavado en el madero. Hay que orar para ser mejores ciudadanos y tener un mejor país, donde no tenga cabida la corrupción y el juega vivo y donde se brinden los mejores esfuerzos para lograr nuestro desarrollo como nación.