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�A su manera!

Luis Batista | Cr�tica en L�nea

"Yo me jodí por este país y me merezco algo de respeto". Con esa frase, Fernando Ford, de 16 años, recordó a su abuelo.

Ayer, el deseo de Guillermo "Billy" Ford se hizo real: un funeral con todos los honores de un jefe de Estado y por si acaso quedaba alguna duda de que lo fue, ahí estaba la banda presidencial que usó. Colgada de una esquina del retrato que lo recordaba en vida.

La Catedral Metropolitana estaba llena a su máxima capacidad. Mientras la primera generación de los descendientes de Ford recibían las condolencias protocolares -besos, abrazos, palmadas y una que otra lágrima- de los políticos, amigos, adversarios, familiares y asistentes, en una esquina del deteriorado y más importante templo del país estaban Víctor y Fernando. Dos de los 16 nietos de Ford. Ahí, ellos se turnaban a ratos el aire que les podía brindar uno de los pocos y viejos ventiladores de la Catedral. El calor era infernal.

"Vamos a ver las chichis", era la frase que más recordaban de "Tito", así le decían de cariño. "Las panameñas son las mejores", les advertía el abuelo; a él, ellos lo vacilaban con la frase "�Esta vaina se acabó!" y él les respondía: "�Gracias a Dios que se acabó!"

Los últimos ex presidentes Ernesto Pérez Balladares, Mireya Moscoso y Martín Torrijos presentaron sus condolencias a los deudos. Un momento especial y memorable fue la llegada de Ricardo Arias Calderón, único sobreviviente de la fórmula que derrotó a la dictadura militar en las elecciones de 1989.

Transportado en una silla de ruedas -empujada por su pupilo Milton Henríquez- y pudiendo apenas balbucear algunas palabras, presentó sus respetos a la familia de Ford. Ante su incapacidad de movilización los deudos se acercaron uno por uno para darle las gracias, las cuales los varones sellaron con un apretón de manos y las Ford con un beso en la frente de Arias Calderón.

EMPUJONES
Cuando las manecillas del reloj marcaron las 10: 45 am, la Banda Republicana entonó el coro del Himno Nacional. Enseguida la Guardia Presidencial se tomó toda la nave central de la iglesia. "�Alto ya!", fue el grito que marcó el inicio del silencio y de la entrada del presidente Ricardo Martinelli junto a la primera dama, Marta de Martinelli.

Le tocó al obispo de la diócesis de David José Luis Lacunza presidir la ceremonia religiosa. El arzobispo metropolitano, José Domingo Ulloa cumplía compromisos eclesiales en el extranjero.

Al momento de proclamar la primera lectura de la misa, Edmundo Ford dejó en evidencia su tristeza. Su voz se quebró varias veces durante la lectura.

El evangelio fue tomado del discurso de las Bienaventuranzas. Durante su predica, el obispo Lacunza emuló la fortaleza del "Gallo Ronco" y de su trabajo por la justicia y la paz: "Su voz se ha apagado para siempre... si es que alguna vez se puede apagar esa voz de �esta vaina no pasará... de esta vaina se acabó..!", gritaba el prelado, al tiempo que arrancó la primera de cinco interrupciones de aplausos de la feligresía.

"Creo que aunque el Gallo Ronco haya dejado de hablar, de nuestras retinas no desaparecerán tampoco las imágenes truculentas de Billy con la camisa ensangrentada por la sangre de su guardaespaldas y por la sangre propia. Sangre que �jamás debió ser derramada..!", sentenció Lacunza.

LLANTO
La familia Ford rompió en llanto cuando el barítono Ricardo Velásquez cantó "A mi manera", la canción de Frank Sinatra. Desde la banca principal, Edmundo -uno de los 8 hijos- seguía la letra de la canción, mientras la viuda y el resto de los retoños de Ford derramaron con más intensidad sus lágrimas.

Es que Billy les había pedido ser despedido con esa canción. Y así lo hicieron... a la manera de él...




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