Otra vida se apagó cuando debía comenzar a brillar.
Casi en los límites con Colombia, en la provincia de Darién, se encuentra la población de Púcuru, un lugar en el que para llegar hay que viajar muchas horas por el majestuoso río Paya.
Allí, un muchacho de origen kuna soñaba con grandes cosas, pero una cruda realidad le impidió concretar.
Jaureliano Olivos González, tenía 13 años de edad, y como muchos jóvenes de su edad, le gustaba la música, el fútbol y conversar con los amigos.
La difícil situación económica por la que atraviesa su familia lo hizo buscar alternativas para ganar algo de dinero.
Entre las opciones escogió ser "pavo" (secretario de autobús), una elección que acabó con su vida.
Jaureliano sólo pudo terminar los estudios primarios. No tenía recursos para continuar estudiando. Era pobre. Deseaba trabajar para poder en algún momento retomar los estudios.
Sólo tenía 2 meses de ser auxiliar de bus en la ruta de Torrijos-Carter, aunque residía con su madre en el corregimiento de Río Abajo. Frecuentemente iba hasta Cerro Batea, en San Miguelito, porque allí viven sus abuelos y primos.
El Viernes Santo, el menor abordó en el camino el bus 8B-2947, con el nombre "New Algaretes", conducido por Luis Ramos, de 19 años, quien esa noche fue su chofer y verdugo.
Como ya se ha hecho común en estos casos, una regata con otra unidad, que según testigos era de la ruta de Mano de Piedra, fue la causante del hecho fatal.
�scar �vila Chavarría, tío del hoy occiso, reveló que el bus de Mano de Piedra sacó de balance a Jaureliano y lo hizo caer al pavimento, y posteriormente el de Torrijos-Carter le pasó por encima.
Con la impotencia que produce la pérdida inesperada de un ser querido, �vila exigió a las autoridades que se haga justicia, y que los responsables por la muerte de Jaureliano paguen por el crimen cometido.
En la casa de Cerro Batea, la abuela Clarinda González recuerda los besos que le daba su nieto y sólo atina a solicitar ayuda para poder trasladarlo a Púcuru, donde se realizarán las exequias.
ANTECEDENTES
La muerte de Jaureliano es la segunda de un "pavo" en menos de una semana. Sólo 6 días antes, en otro accidente mortal causado por otra regata de autobuses, falleció el menor de 15 años, Emmanuel Enrique Santos.
Ser "pavo" es una ocupación de alto riesgo donde los menores se ven seducidos a tentar al peligro por unas monedas. Sus familias hoy piden justicia en el medio el silencio.
El silencio desgarrador de una abuela sentada en una silla, llorando al nieto que no regresará a preguntarle: "�cómo está?", es desgarrador.
La impotencia de un tío que recuerda los días en que su sobrino viajaba con él a Darién, allá donde el río y la selva son los soberanos, no tiene descripción.
Y el grito de una sociedad que exige un �Basta ya! a tanta impunidad de un sistema de transporte, que aunque muchos saben que ya colapsó, muy pocos vislumbran correctivos a corto plazo, �quién lo escucha?