Si hemos tenido uno o dos trabajos y hemos salido en malos términos de ellos, o nos han botado, y decimos que eso fue porque "me la tenían velada", tal vez puedan creernos.
Pero si has pasado por 5, 7 ó 10 trabajos y siempre sales peleado con tus compañeros y jefes, entonces eres tú el que tienes un problema. Esa actitud de que " el mundo entero está contra mí" ya no sirve para explicar lo que realmente te sucede en el empleo.
Y lo que sucede por lo general a los individuos con casos como estos, es que tienen una personalidad tan conflictiva, que esta no puede ser compensada ni balanceada con las cualidades positivas que puedan poseer. Básicamente, nadie los aguanta.
Eso, o sencillamente son unos frescos, perezosos, o no dan bola en el trabajo, y encima se rehúsan a reconocerlo. Ese estado de negación es lo que los impulsa a sostener acaloradas discusiones con sus jefes y compañeros.
Estimado lector, cuando se tiene problemas en el trabajo, o en el hogar, las personas sensatas, que usan el sentido común, primero se miran a sí mismos, tratando de evaluar los errores y limitaciones propias, y si las halla, entonces se fija en lo que hicieron los demás.
En base a esa autoevaluación (que debe ser constante), todos los seres humanos crecemos como profesionales y como familiares.
Pero a veces tendemos a echarle la culpa a los demás de todo lo malo que sucede a nuestro alrededor. Hablamos como si fuésemos incapaces de cometer tan siquiera un solo error. Nos creemos infalibles.
Esto es más bien una muestra de lo inseguros que nos sentimos sobre nuestras propias capacidades. Si nos sentásemos regularmente a autoevaluarnos, podríamos subsanar todas estas limitaciones. Pero hay que tener el valor de hacerlo. No hay que temerle a la realidad, porque no somos perfectos. Nadie lo es.