Este jueves Santo conmemoramos la celebración de la �ltima Cena de Jesús junto a sus discípulos. Es la antesala de algunos de los más trágicos acontecimientos: la traición, la negación, la entrega y la muerte del Hijo de Dios.
Sentados en torno a una mesa imaginamos la escena. El ambiente tenso, los rostros demudados por la ansiedad, la voz del Maestro que retumba en el aposento, anunciando la traición de Judas, la negación de Pedro, su captura y su muerte en la Cruz.
Los hechos subsiguientes fueron brutales: El juicio ante el Sanedrín, la tortura y la muerte en la Cruz. Sus más allegados discípulos sucumbieron al miedo y escaparon. Sin embargo, el Hijo del Hombre enfrentó con entereza la horrible tragedia.
Es momento propicio para reflexionar sobre el papel que nos ha tocado interpretar en nuestras vidas. �Somos de los que huyen ante el infortunio, de los que traicionamos nuestros principios o de aquellos capaces de continuar adelante, a pesar del temor?
En esta temporada de elecciones, los políticos deben dejar a un lado la diatriba y ofrecer al pueblo propuestas sensatas y alcanzables. Deben olvidarse del ansia de poder, riquezas y trabajar para que la justicia y la equidad prevalezcan.
Cada uno de nosotros también debe practicar la empatía y la tolerancia para evitar situaciones de violencia que tan sólo dejen luto, dolor y muertes inútiles.
Debemos entender que el sacrificio de Jesús fue un acto de inconmensurable bondad, una entrega por la humanidad más allá del dolor y de la muerte y no una historia consagrada más al ocio que a la reflexión.
Todo lo padecido por Cristo es un legado de amor y paz. Su muerte ha servido para liberarnos de las cadenas del pecado y de sus múltiples formas y apariencias. Conmemorar esta tradición no es una excusa para el ocio, sino un estímulo para la reflexión.
Mañana será Viernes Santo y por breves horas la oscuridad cubrirá el mundo, el Mesías permanecerá en las tinieblas de la muerte, pero saldrá triunfante coronado por diademas de luz, porque la vida retribuye al bien y el mal termina lanzado al abismo.