Sábado 10 de abril de 1999

 








 

 


MENSAJE
¿Dónde está Dios?

Hermano Pablo

Es una pila enorme de cartas, y cada día entran nuevas. Llegan entre cincuenta y cien cartas diarias, principalmente de Europa y América, aunque también del resto del mundo. Se trata del correo de Jerusalén, y las autoridades no saben qué hacer con ellas. Son cartas que están dirigidas a &laqno;Dios en Jerusalén».

Una carta venía dirigida así: &laqno;El Señor del mundo. Trono de gloria. Séptimo cielo. Jerusalén.» Algunas de estas cartas contienen peticiones de ayuda, especialmente de solteras que buscan esposo. Otras vienen de niños que han sido abandonados. El jefe de correos se vio obligado a tomar la decisión de quemar todas esas cartas. &laqno;No podemos hacer otra cosa con ellas», concluyó.

Esta noticia de tantas cartas enviadas a Jerusalén y dirigidas a Dios tiene que hacernos reflexionar. Que haya gente en el mundo urgentemente necesitada y que no sabe cómo hallar a Dios es lo más triste que se puede imaginar.

Que haya necesidad de dirigirse a Dios es evidente. Que este ha sido el anhelo de toda la humanidad de todos los tiempos, también es evidente. Y que todo individuo se sentiría feliz si Dios le diera la respuesta que necesita, lo es igualmente.

En el Libro de Job, tal vez el libro más antiguo de la Biblia, se expresa el mismo anhelo: &laqno;¡Ah, si supiera yo dónde encontrar a Dios! ¡Si pudiera llegar adonde él habita! Ante él expondría mi caso; llenaría mi boca de argumentos» (Job 23:3). Para satisfacer esa necesidad, los hombres han inventado toda clase de religiones y han fundado toda clase de ciudades sagradas.

En cierta ocasión, Jesús pasaba por Samaria cuando junto a un pozo se encontró con una mujer Samaritana. Ella, en la conversación que se suscitó, le dijo a Jesús: &laqno;Nuestros antepasados adoraron en este monte, pero ustedes los judíos dicen que el lugar donde debemos adorar está en Jerusalén.» A lo que Jesús le respondió: &laqno;Los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren» (Juan 4:20-23).

Dios no está circunscrito a ningún lugar, a ninguna organización, a ningún orden ni a ninguna religión. Si se tratara de describir el lugar donde se halla, habría que decir que se le encuentra en el lugar de la necesidad de uno. Se le halla en el corazón del arrepentido. Se le halla en el dolor del humilde. Y más que todo, se le halla al pie de la cruz de Cristo.

Él está ahora mismo tocando a la puerta de nuestro corazón. Abrámosle la puerta y dejémoslo entrar. Él quiere ser nuestro seguro y eterno Salvador.

 

 

 

 

 

CULTURA
Jorge Luis Borges fue un hombre infeliz hasta su vejez

 

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