EDITORIAL
La fiesta brava y cuando se va de lo sublime
a lo ridículo
Las corridas de toros con
sus cuadrillas de banderilleros y rejoneadores, así como las peleas
de gallos, son una herencia española. La tauromaquia y el secular
deporte del pico y las espuelas, es una tradición arraigada en América
Latina, en Portugal y Francia. Antaño, grandes diestros se pasearon
triunfalmente por los ruedos y grabaron sus nombres con letras de oro como
las hazañas de Manolete, El Cordobés, Santiago Martín,
Juan Belmonte, de La Cruz, Espartaco y otros grandes del toreo.
Nuestro país tuvo plazas como las del Triunfo, Vista Alegre, La
Macarena y ahora últimamente se ha improvisado el gimnasio Nuevo
Panamá. También en Penonomé hay una modesta plaza de
toros.
En cuanto a la riña de gallos, Panamá ha tenido famosas
galleras como la de Calle 17 Este Central, la del Casino, Club de Equitación
y las que siguieron cuando se inauguró el Club Gallístico
en 1957.
La última corrida en el gimnasio Nuevo Panamá ha recibido
severos cuestionamientos porque la Sociedad Amigos de los animales exigió
el no maltrato del toro, lo que deslució la corrida y evitó
la presentación de una torera española contratada para tal
efecto. Lo adecuado hubiera sido, que no se le diera el permiso para el
espectáculo, pero las restricciones que puso la sociedad Amigos de
los animales, le restaron brillo a esta corrida que aunque es un deporte
cruel, lamentablemente esas son las reglas que rigen estas faenas de sangre
y de arena. No se puede estar improvisando con los permisos que se otorgan
a los empresarios de las corridas y las autoridades debieron prever las
consecuencias de querer "humanizar" el citado espectáculo.
En Panamá, desde hace varios años estamos en ruta a la
barbarie, los torneos de lazo y rabeadera, donde los novillos son expuestos
a un trato cruel, es una prueba de ello. En la década de los cincuenta,
los empresarios de un circo presentaron en el estadio Olímpico y
en Colón, un espectáculo de carnicería y salvajismo,
de una pelea entre un toro contra un león. Y en las peleas de gallos
se usan sofisticadas espuelas para enfrentar dos aves, cuyo instinto los
lleva a un duelo perpetuado por la especie. En nombre de la tradición,
justificamos estos espectáculos que tomamos como algo muy natural,
pero que no tienen sensibilidad humana.
Reiteramos que la no definición de las reglas del juego en la
corrida de toros, nos quita imagen y la Asociación Amigos de los
Animales, debió aceptar sus limitaciones en una fiesta de toros que
se irán eliminando paulatinamente, no en forma drástica. Debemos
advertir que hace falta una legislación especial para estos espectáculos
de circo romano y desde ya, las autoridades deben ir pensando en eliminar
las actividades grotescas de sangre que no se ajustan a las mentalidades
progresistas del siglo 21.
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AYER GRAFICO |
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