OPINION

CUARTILLAS
Odio

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Por Milciades Ortiz
Catedrático

Cuando vi cómo a los niños palestinos se les inculca el odio hacia los judíos, mi mente se fue por el "túnel del tiempo" a más de cuarenta años atrás. Odio, también se sembró durante años en parte de la juventud humilde panameña, tratando de convertirla en carne de cañón de movimientos comunistas contra los Estados Unidos en el Canal.

No iban a los colegios de religiosos ni a los particulares, donde la clase media profesional enviaba a sus hijos. Allí era difícil llenar de odio las mentes frescas de jóvenes idealistas.

El caldo de cultivo era adecuado en colegios como el Instituto Nacional, Liceo de Señoritas, Artes y Oficios, y otros. Jóvenes que venían de hogares sencillos, donde faltaba muchas veces la comida y la ropa, eran más fáciles de "envenenar", como decían algunos agitadores ñángaras (comunistoides).

Se les inculcaba el "odio de clases" diciéndoles que el mundo estaba formado por los explotadores, dueños de las riquezas mal habidas y los proletarios, quienes eran la mayoría sacrificada y pobre.

Había que odiar los autos lujosos, las residencias enormes, la comida en finos restaurantes, la ropa comprada en Estados Unidos o Europa.

Todo eso lo habían conseguido los "explotadores" aprovechándose de la debilidad de sus obreros. Nunca nadie se atrevió a decir que también habían capitalistas trabajadores y honestos.

Mucho menos decían que para surgir en Panamá bastaba el trabajo honrado y el ahorro, como lo hicieron muchos nacionales y extranjeros (añada a esto estudiar en la universidad más barata del mundo, para ser un profesional).

Y como se supo después, estos maestros del odio de clases a veces recibían ayuda de "la madrecita Rusia" y el papasito Fidel.

Por suerte el panameño está hecho de un material especial y no gusta odiar, en términos generales. (Esto lo demostró luego de la caída de la dictadura, cuando permitió que muchos de sus defensores siguieran haciendo de las suyas).

Y las mentiras de la llamada "sociedad sin clases" de Rusia y demás países comunistas, se vino al suelo. Los sembradores de odio no podían ni alimentar bien a su gente, aunque tuvieran sofisticadas armas y cohetes espaciales.

Es fácil echar la culpa de su mediocridad al sistema, al gobierno, al rico. Un niño o jovencito que vive en la miseria, puede creer que es víctima del robo de un patrón o dueño de un auto caro.

También es sencillo pensar que en lugar de trabajar con esfuerzo para surgir en la vida (o estudiar), puede conseguir riquezas robándoselas al que las tiene.

Da amargura comprender que esta política del odio de clases sigue, aunque ya no exista Rusia y el comunismo sea un mal chiste, ahora tiene su máximo exponente en palestinos y judíos, quienes se culpan los unos y los otros, de todos los males y problemas.

Hay que evitar en Panamá el éxito de los "sembradores de odios", sean del color que sean, y tengan las ideas que tengan.

 

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