Sábado 24 de abril de 1999

 







 

 


Familia chiricana vive sin una luz de esperanza

Berta Vega
Chiriquí- EPASA

Con el deseo de ver un mañana colmado de sueños y esperanzas, una familias chiricanas viven cada día, sin que la luz de un nuevo amanecer les traiga las bendiciones esperadas.

María Cecilia Miranda, anciana de 64 años de edad, vive en una humilde casa ubicada en el sector de Nuevo Vedado, junto a dos familias más, las cuales comparten uno de los tres cuartos que existen en la vivienda, donde muchos niños enfrentan la desesperación de la pobreza y el escenario de compartir un patio donde aguas negras de una quebrada, recorren su morada.

La señora María dice vivir en esta casa, la cual fue cedida por un señor conocido por ella; donde posteriormente llegaron a pedir posada dos familias más.

El motivo por el que ella vive en una casa prestada, se debe a que tiempo atrás una de sus hijas ya fallecida, poseía un terreno, donde en medio de necesidades vivían como una pequeña familia.

Sin embargo al morir su hija, María tuvo que trasladarse a la región de Boquete para realizar el entierro de ésta, y posteriormente, al regresar a la casa se percató de que en el terreno ya vivían otras personas que decían ser dueños de la propiedad, dejándola a ella sin ningún techo donde refugiarse.

Motivo por el que ella tuvo que pedir el favor de que le prestaran esta vivienda; ya que tenía en sus manos la responsabilidad de crear dos nietas; María Cecilia de siete años y Angélica Maribel de cinco, descendientes de su hija fallecida.

Aquí, en este lugar se presenta un panorama de extrema pobreza, donde los niños son los primeros en ser afectados al no contar con una vivienda segura, al no tener un clima agradable alejado de la contaminación, y porqué no decirlo, al no saber si en el día de mañana podrán contar con un pedazo de pan para poder sobrevivir.

Al visitar la casa de doña María, vimos un escenario desolador, lleno de necesidades y criaturas pequeñas, a las cuales les espera un futuro incierto, si es que ellos podrán llegar hasta allá.

Aquí viven muchos niños de diversas edades, quienes pertenecen a las familias que residen en el viejo caserón, uno de ellos es Melvin Moreno, de tan solo cinco años de edad; le sigue Katherine Mitchell de seis años, Nicanor Santiago de tres, Nicol de dos años, Lorena de solamente dos meses de nacida; todos ellos venidos al mundo sin saber que el destino les había preparado un sitial en la pobreza que rodea a muchos panameños.

En esta vivienda viven alrededor de 13 personas, entre ellos siete niños, que necesitan atención médica, alimentación y educación básica.

Sin embargo nadie hace nada por tenderles una mano amiga, que les brinde la oportunidad de poder ver días mejores, ante las mil necesidades por las que atraviesan.

La señora María Cecilia manifiesta, con palabras llenas de preocupación, que día tras día ellos atraviesan por la necesidad de no contar con el vital líquido, el cual es necesario para la sobrevivencia de todo ser humano.

Ella dice que una vecina del área le ayuda, regalándole el agua para preparar su comida; sin embargo, nadie puede decir que ellos no han llegado a utilizar aguas de la quebrada la Vergüenza, la cual atraviesa a un lado de su casa.

La preocupación es notable, ya que aquí viven muchos niños que en un momento dado, se lanzan a jugar en medio de estas aguas negras, buscándose por sí solos enfermedades infecciosas y parásitos.

La condición de estas familias se pueden ver en muchos cuadros de pobreza extrema registradas en Chiriquí, pero este caso se hace presente, para que las autoridades gubernamentales, centros de ayuda benéfica y organismos de salud, pongan en práctica un poco de bondad y de humanismo, para que los problemas de estos ciudadanos y niños inocentes, se aminoren un poco.

Es lamentable que a escasos minutos del centro del distrito de David, se vea un panorama tan desolador y preocupante; al conocerse que muchos niños inocentes tendrán un futuro incierto y lleno de sufrimientos, al vivir apartados de la sociedad y en condiciones precarias.

Actualmente un grupo de miembros de la policía de David, se ha hecho presente ante las necesidades de estos chiricanos, pero la problemática sigue latente, y se necesitan más corazones dadivosos, manos amigas que digan presente, ante los gritos de auxilio que no sólo hacen los adultos, sino siete niños en cuyos sus rostros se reflejan miradas de auxilio y una petición de bondad de sus semejantes.

 

 

 




 

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