Con el paso de los años, la pesca artesanal es más difícil y peligrosa.
Cada día, los pescadores deben ir más lejos de la costa para localizar cardúmenes, exponiéndose a los piratas, quienes no se conforman con robar el producto, sino también los motores de las lanchas.
Todas las semanas de la playa La Ensenada, en el distrito de San Carlos, parten las pangas con la esperanza de traer unas cinco canastas, lo que representa ganancias de entre B/.30.00 y B/.50.00, aunque no todos los días son buenos y las ganancias se reducen.
Reinaldo, capitán de una de las embarcaciones, comenta que esta actividad ha mejorado un poco, puesto que a veces se recogen hasta 500 mil libras de pescado; no obstante, hay semanas en que se trabaja toda la noche y parte de la madrugada para capturar media jaba de pescado.
Para llenar cinco cajas de peces, hay que salir desde la tarde, para tirar las redes y sacarlas a la media noche, luego volver a tirar los trasmallos y sacarlos al despuntar el alba, con la esperanza de sumar unas 600 libras de pescado. Tal cantidad permite pagar los gastos de comida, combustible, la embarcación y cobrar algo.
Para los pescadores agrupados en la Cooperativa de Pescadores de Nueva Gorgona, la situación es un tanto diferente. Según el presidente de esta organización, Denis López, los pescadores trabajan para sí mismo y sin la intromisión de los intermediarios, como sucedía hace 20 años atrás.
Explica que sin importar la cantidad de pescado que trajeran, las ganancias siempre eran para los intermediarios, aunque aún existen compañeros que no están asociados y continúan padeciendo.