El presidente Ricardo Martinelli parece aspirar a una relación más cordial con los periodistas y medios de comunicación. Al afirmar que respeta la libertad de expresión, quizás pretenda limar las asperezas que la intolerancia gubernamental ocasiona a estos mensajeros de la sociedad.
Sus duras expresiones descalificando las acciones de quienes ejercen el trabajo de velar por el derecho de informarse de la ciudadanía, causaron la reacción del rechazo que reciben personas que al igual que el Mandatario, se expresan sin respeto alguno, incluso por los muertos.
Esperemos que así sea, ya que el "pecador" también tiene derecho a cambiar el rumbo de su vida para bien suyo y de otros.
Sólo hay que mirar la impunidad con la cual se manejan distintos personajes ante la corrupción manifiesta que ahoga cualquier ideal nacionalista.
Hablamos de la paz que poco existe en calles, barriadas y cada rincón patrio donde la delincuencia más cruel ha manchado de sangre la vida de cientos de pobladores.
No olvidemos la venta indiscriminada del terruño a cambio de la deforestación, contaminación y expulsión del hombre humilde de los campo porque la jungla de cemento tiene que avanzar. Tampoco hay que dejar de mencionar la ley cuyo espíritu ha dado paso a la desidia judicial que archiva casos.
El caos en el transporte que atropella sin piedad cualquier confianza citadina que estos traten de tener por aquellos que hablan de mejorar un sistema cada día más seguro. El costo de la vida... y la lista es larga.
Por estas y otras cosas que se añaden, pidamos a Dios que la esperanza por una vida realmente en democracia no se esfume. Ojalá la reflexión del gobernante, haya sido pensada claramente con la intención de meditar actuaciones antes de "meter la pata".
