Jueves 13 de mayo de 1999

 








 

 


MENSAJE
El pelícano y la gaviota

Hermano Pablo,
Costa Mesa, California

Flotando sobre el mar
un pelícano zambulle,
saca un pez, mas no lo engulle.
¡Sorpresa se va a llevar!

Ya en su pico "asegurado"
lo que será su alimento,
no tiene en su pensamiento
que otro quiere su pescado .

No se puede percatar
el pelícano inocente
de la gaviota indolente
que se apresta a arrebatar.

Hábilmente la gaviota
vuela mirando hacia el mar.
La vemos revolotear,
y en su empeño no se agota.

Velozmente y de picada
se lanza lista a quitar
lo que logró avizorar
y que no le costó nada.

La gaviota arrebató
del pelícano su presa,
quien con su delicadeza
de nuevo se zambulló.

Pescar los peces ajenos
es una provocación;
no es honrado, es mala acción,
es no seguir lo que es bueno. (1)

Estos versos moralizadores sobre "El pelícano y la gaviota" del pastor y poeta cubano Gilberto Farfán Orta se relacionan en cierto sentido con varios refranes. El primero dice: "No hay mejor fruta que la del cercado ajeno". Es decir, nuestra tendencia humana es desear lo que no nos pertenece. El segundo refrán reza así: "La mujer compuesta, a su marido quita de puerta ajena". Es otras palabras, la mujer que se arregla bien, arregla así a su marido. Sin duda es un magnífico consejo, pero da la impresión de que procura exonerar al hombre a expensas de su esposa. En cambio, el siguiente refrán advierte las consecuencias naturales e inalterables del pecado de "la pesca de peces ajenos". Dice así: "Quien de ajeno se viste, en la calle lo desnudan". Más vale que acatemos esa advertencia de modo que, cuando se encrespan nuestras pasiones como las olas del mar, no sucumbamos sino que reconozcamos la sabiduría del refrán que dice: "No hay mejor remedio que el del mismo paño".

En sus proverbios el rey Salomón, que se dio el lujo de formar su propio harén y que no se negó ningún deseo ni de placer sexual, nos hace la misma advertencia y nos da el mismo consejo que estos dos últimos refranes. Así dice el sabio Salomón:

¿Por qué, hijo mío, dejarte cautivar por una adúltera?
¿Por qué abrazarte al pecho de la mujer ajena?
¿Puede alguien caminar sobre las brasas
sin quemarse los pies?
Pues tampoco quien se acuesta con la mujer ajena
puede tocarla y quedar impune.
al que comete adulterio le faltan sesos;
el que así actúa se destruye a sí mismo.
No sacará más que golpes y vergûenzas,
y no podrá borrar su oprobio
Bebe el agua de tu propio pozo,
el agua que fluye de tu propio manantial.
¿Habrán de derramarse tus fuentes por las calles
y tus corrientes de aguas por las plazas públicas?

Son tuyas, solamente tuyas,
Y no para que las compartas con extraños.
¡Bendita sea tu fuente!
¡Goza con la esposa de tu juventud!
¡Que sus pechos te satisfagan siempre!
Que su amor te cautive todo el tiempo!

 

 

 

 


 

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