Sábado 15 de mayo de 1999

 








 

 


MENSAJE
"No hemos nacido para saltar nueve metros..."

Hermano Pablo,
Costa Mesa, California

Fue siempre un joven fuerte, digno de la admiración de sus compañeros; pero quería ser aún más fuerte. Su profesión -jugador de fútbol americano- se lo exigía. Así que Luis Alzado comenzó a usar esteroides.

En efecto, aumentó de músculo y aumentó de peso. Llegó a pesar ciento treinta y seis kilos, manteniendo siempre una agilidad extraordinaria. Fue estrella de fútbol: jugó en grandes equipos y ganó miles de dólares. Pero mientras se hacía más fornido por fuera, las drogas hacían estragos por dentro. A los cuarenta y dos años de edad, Luis Alzado tenía cáncer incurable en el cerebro.

Consciente de que no le quedaba mucho tiempo de vida, quiso dejarle un mensaje al mundo. "No hemos nacido para pesar ciento treinta kilos y saltar nueve metros -concluyó Luis Alzado-. Es una locura drogarse para ser más fuerte. Nunca antes le tuve miedo a nada, pero ahora sí tengo miedo".

El drama de Luis Alzado, héroe de millares de jóvenes, es el de muchos atletas del mundo. La profesión exige récords. Exige salir siempre vencedor. Exige ganar millones de dólares para las arcas de los empresarios. Y en esa loca persecución de sobresalir a toda costa, los atletas se dan a las drogas estimulantes de diversas especies. Si bien ganan algo al principio -peso, estatura, fuerza-, el organismo se va minando por dentro hasta que sucumbe vencido por alguna enfermedad incurable. El sobreestímulo físico se paga caro.

Hay muchas personas que, aunque no son atletas y no tienen interés en llegar a ser campeones olímpicos, tienen, como quiera, otro interés que droga, debilita y destruye igualmente. Estos son aquellos cuya obsesión es triunfar en la vida, cueste lo que cueste, y para ellos el triunfo significa poder, figuración social y dinero.

Desgraciadamente, para lograr esas finalidades se sobreestimulan anímicamente. Se apasionan por alcanzar su ambición, y a esa pasión se entregan con arrebato, con frenesí, con furor. Y así como el atleta que toma esteroides para lograr su triunfo, se va gastando por dentro, quemando su conciencia y distorsionando su alma.

¿Cuál es la solución a esa dominante sed de figurar? Es un sometimiento total al señorío de Cristo. El nos ofrece una conducta balanceada, que ordena los valores de la vida en su debido lugar. Con El tenemos todo lo que necesitamos, pero sin esa continua angustia en el alma. La paz de Cristo es nuestra desde el momento en que permitimos que sea Nuestro Señor. Coronémoslo hoy rey de nuestra vida.

 

 

 

 


 

REFLECTOR
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