MENSAJE
"No hemos nacido para saltar nueve metros..."
- Hermano Pablo,
- Costa Mesa, California
Fue siempre un joven fuerte,
digno de la admiración de sus compañeros; pero quería
ser aún más fuerte. Su profesión -jugador de fútbol
americano- se lo exigía. Así que Luis Alzado comenzó
a usar esteroides.
En efecto, aumentó de músculo y aumentó de peso.
Llegó a pesar ciento treinta y seis kilos, manteniendo siempre una
agilidad extraordinaria. Fue estrella de fútbol: jugó en grandes
equipos y ganó miles de dólares. Pero mientras se hacía
más fornido por fuera, las drogas hacían estragos por dentro.
A los cuarenta y dos años de edad, Luis Alzado tenía cáncer
incurable en el cerebro.
Consciente de que no le quedaba mucho tiempo de vida, quiso dejarle un
mensaje al mundo. "No hemos nacido para pesar ciento treinta kilos
y saltar nueve metros -concluyó Luis Alzado-. Es una locura drogarse
para ser más fuerte. Nunca antes le tuve miedo a nada, pero ahora
sí tengo miedo".
El drama de Luis Alzado, héroe de millares de jóvenes,
es el de muchos atletas del mundo. La profesión exige récords.
Exige salir siempre vencedor. Exige ganar millones de dólares para
las arcas de los empresarios. Y en esa loca persecución de sobresalir
a toda costa, los atletas se dan a las drogas estimulantes de diversas especies.
Si bien ganan algo al principio -peso, estatura, fuerza-, el organismo se
va minando por dentro hasta que sucumbe vencido por alguna enfermedad incurable.
El sobreestímulo físico se paga caro.
Hay muchas personas que, aunque no son atletas y no tienen interés
en llegar a ser campeones olímpicos, tienen, como quiera, otro interés
que droga, debilita y destruye igualmente. Estos son aquellos cuya obsesión
es triunfar en la vida, cueste lo que cueste, y para ellos el triunfo significa
poder, figuración social y dinero.
Desgraciadamente, para lograr esas finalidades se sobreestimulan anímicamente.
Se apasionan por alcanzar su ambición, y a esa pasión se entregan
con arrebato, con frenesí, con furor. Y así como el atleta
que toma esteroides para lograr su triunfo, se va gastando por dentro, quemando
su conciencia y distorsionando su alma.
¿Cuál es la solución a esa dominante sed de figurar?
Es un sometimiento total al señorío de Cristo. El nos ofrece
una conducta balanceada, que ordena los valores de la vida en su debido
lugar. Con El tenemos todo lo que necesitamos, pero sin esa continua angustia
en el alma. La paz de Cristo es nuestra desde el momento en que permitimos
que sea Nuestro Señor. Coronémoslo hoy rey de nuestra vida.
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