Mucho se ha promocionado la idea de entregarles un subsidio monetario a los panameños de edad avanzada que, por no haber cotizado en el seguro social regularmente durante su vida productiva, no tuvieron la oportunidad de acogerse a una jubilación.
En un país de libre oferta y demanda, donde los productos de la canasta básica aumentan de precio a diario, la iniciativa ayudaría a esta parte de la población más desvalida a enfrentar los principales gastos diarios. A la alimentación se suman las medicinas y la atención médica a personas que por su escaso poder adquisitivo no pueden concurrir a clínicas y farmacias privadas para aliviar sus constantes achaques de vejez.
Pero considero que, en vez de otorgarles dinero cuyo control sería complicado para que no sea mal empleado, el estado podría invertir en la construcción de centros de atención geriátrica, obtención de medicamentos e insumos y en lugares de recreación sana, elementos que son básicos en las postrimerías de la vida de un ser humano.
Un buen programa de ayuda a las personas en esta situación comenzaría por garantizarles alimentación, vivienda, medicina y asistencia médica permanente.
Paralelo, se necesita aumentar la sensibilidad de la sociedad en torno a esa noble figura digna de respeto, conocida cariñosamente como el viejo, cuyas enseñanzas y consejos sirven de guía en este mundo de hoy tan confuso y atormentado.
Son muchas las familias que sin recursos, pero con una fortaleza estoica y dotadas de profunda sensibilidad social y cristiana, cuidan a como dé lugar a sus ancianos en su casa, para no confinarlos a la soledad y a las sombras de algún asilo, donde el amor y el cariño se los dan personas extrañas a cambio de dinero.
La idea tiene un profundo contenido social y filantrópico, pero el proyecto en sí hay que estudiarlo bien a fondo, antes de implementarlo.
