Muchas personas desconocen todas las bondades que regala la lectura, pero si en algún momento de su vida se sentaran a meditar la importancia que posee ésta, nadie dudaría en hacer de este pasatiempo un compañero fiel para el resto de su existencia.
Leer es bueno para todas las personas incluso para los adultos mayores, pues reduce sus niveles de estrés. Es decir, la lectura actúa como un mecanismo que compensa los sentimientos de soledad, angustia, nerviosismo o ansiedad, así nos explica el encargado de proyectos de la librería Exedra Books, Alex Duarte.
Alex nos cuenta que los que más acuden a la librería son las personas de la tercera edad, ellos siempre están interesados en saber cuáles son los libros recién llegados para los adultos, esa es la mejor forma de recrearse sin incomodar a nadie. Hay muchos que ya tienen ese amor por la lectura desde pequeños y tratan de mantenerlo.
Siempre se les recomienda textos sobre superación, cambio de vida, poder ser feliz después de los 60, cómo vivir con un andropáusico, estoy a tiempo todavía, y aunque no lo crean, hay muchos ancianitos que buscan libros sobre el sexo después de los cincuenta.
Este tipo de lectura los ayuda a ser más fuertes y prepararse para enfrentar lo que sigue en su vida, pero lo más importante es que les ayuda a ejercitar diversas áreas del cerebro. Además los favorece para expresarse mejor ante sus parientes.
Las novelas también son excelentes para los más ancianos, pues les permite viajar a mundos nunca antes vistos, vivir otra vida y conocer otras problemáticas y formas de resolver conflictos.
Otro importante aporte de la lectura es la flexibilidad. El adulto mayor suele llevar una vida con menos estímulos externos y quehaceres diarios; por consiguiente, las preocupaciones personales se sienten el doble de graves. Es entonces cuando el hábito de leer aporta estímulos nuevos, permitiendo que las personas se introduzcan en mundos propuestos por los autores de las obras. Así, al asimilar diferentes marcos de referencia, uno gana en adaptabilidad y de paso deja de centrarse tanto en sí mismo.
Es mejor leer un par de páginas al día que obligarse a estar dos horas con el libro, pero reteniendo la mitad y sin volver a abrirlo hasta la siguiente semana. Sólo la periodicidad hace que una actividad se transforme en hábito y se incorpore a la vida diaria.