Manuel Anselmo Díaz, distinguido y fraterno párroco de la maravillosa y reconocida Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe. La casa de Dios, luz verdadera que alumbra a todo hombre que viene al mundo. El Hijo de Dios Padre vivió entre nosotros, se hizo hombre y hemos visto su grandiosa obra que nos ha sido imposible creer, pero para �l no hay nada imposible.
Jesús, Rey de Misericordia que nos formaste de la nada, que abrazas todo el Universo, confío profundamente en Ti y tengo sed de tus sabios y justos consejos. Tú nos diste la luz de la vida, es decir, a los sacerdotes, tus siervos, para mover los corazones sedientos de tu dulce amor. Oh, Señor Mío, tu misericordia es infinita y cuyos tesoros de compasión no tienen límite, que no quieres que nada se pierda, míranos a todos nosotros con amor eterno y aumenta tu consuelo dentro de nosotros.
Padre adorable, mira lleno de bondad a los elegidos de tu corazón, los sacerdotes y religiosos. Ellos son hijos e hijos predilectos de tu Hijo, Sumo Sacerdote. Tú que sabes mis angustias, pues todo te lo confieso, da la tranquilidad a los inquietos y sobre todo al corazón mío.
Oh, Señor Virgen de Guadalupe, todo lo que soy y todo lo que he podido con la gracia y la de tu Hijo crucificado, soy capaz de conservarlos amorosamente hasta el fin de mi vida. Tres días: miércoles, martes y lunes rezo oraciones menos litúrgicas con suma firmeza antes de la Ascensión. A estos tres días los llamó "Días de Rogativas" porque las letanías, las oraciones y los salmos son ruego a Dios y fuentes de sabiduría.
Monseñor Varela: No olvides, Manuel A. Díaz, que la Iglesia es una Asamblea y por excelencia el pueblo de Dios. Es deber de ustedes, los sacerdotes, frenar los flagelos de la vida social cristiana: Vanidad, egoísmo, envidia, placer y sufrimiento. Vivir la vida es un don divino. Nada de tristeza y melancolía.