MENSAJE
Cuando el corazón aconseja mal
- Hermano. Pablo
Costa Mesa, California
Fue una idea que se le ocurrió
de repente, casi al filo del mediodía. Otros la habían puesto
en práctica y siempre les había ido bien. ¿Por qué
no hacerlo él también? Nunca fallaba, y siempre se sacaba
buen dinero.
De ahí que el hambre, joven, bien vestido, con un fino bigote
negro, escribiera en una tarjetita blanca: "Esto es un asalto. Estoy
armando". Luego le pasó la nota al cajero del banco. El cajero
le dio el dinero que tenía, pero a las dos horas lo arrestaron. La
tarjetita blanca donde había escrito la nota era una tarjeta de presentación.
He aquí el caso de un asaltante, Ramón Montoya, que pensó
que asaltar un banco, empleando la artimaña de muchos otros, le saldría
bien. Pero con el nerviosismo del momento no se dio cuenta de que estaba
escribiendo al dorso de su propia tarjeta de presentación, en la
que aparecían su nombre y sus datos de domicilio y teléfono.
Cuando regresó a casa se encontró con dos detectives que lo
esperaban.
El corazón malvado maquina muchas triquiñuelas, prepara
muchas ocasiones propicias, inventa artimañas sugestiva, y cree que
sabe disfrazar sus intenciones para nunca ser atrapado. Pero siempre, tarde
o temprano y de una manera u otra, la intención mala se descubre.
Y el corazón malvado, en vez de engañar al otro, engaña
a su propio dueño.
El apóstol Pablo, que conocía a fondo el corazón
del hombre, nos advirtió que Satanás procura aprovecharse
de nosotros, pero que "no ignoramos sus artimañas" (2 Corintios
2:11). Muchas personas hay ahora en el mundo que están purgando en
cárceles, o en camas de hospital, el momento en que alguna vez se
dejaron embaucar por estas maquinaciones, y cayeron en el delito.
No toda enfermedad que padecemos es el resultado de haber hecho un mal
moral, ni todos los que están en una cárcel son verdaderos
criminales; pero la cárcel, la cama de hospital, los basurales de
la vida y el mal de la miseria suelen ser el resultado de haber cedido a
las tentaciones y de haber violado las leyes eternas de Dios.
¡Cómo necesita el ser humano un guía, un maestro,
un consejero, un mentor, para ayudarle en la caminata de esta vida! Ese
Guía existe. Es un Guía que nunca lo abandonará. Es
Jesucristo, el Maestro por excelencia. La persona que vive sometida a su
divina voluntad no tropieza.
Cristo puede ser, si se lo permitimos, el Guía perfecto de nuestra
vida. Abrámosle nuestro corazón. El será nuestra defensa
en todo momento de esta vida.
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