El "boom inmobiliario", el elemento más visible del crecimiento económico que vive Panamá, podría comenzar a contraerse, y eso es precisamente lo que algunos desarrolladores de proyectos inmobiliarios y miembros de la Cámara Panameña de la Construcción (CAPAC) han mencionado en días recientes.
La causa de esto es el encarecimiento acelerado de los materiales de construcción, así como de la energía eléctrica y el combustible para los camiones de carga y maquinaria de construcción.
Como consecuencia, cada vez se vuelve más difícil encontrar vivienda digna para la clase media de este país (y qué hablar de la clase humilde). Ya el encarecimiento del metro cuadrado de terreno en la ciudad capital había afectado seriamente la capacidad del panameño promedio de obtener una residencia. Pero lo que está sucediendo está realmente llegando a los límites.
Las opciones se alejan cada vez más del centro urbano, lo que expone a nuevas familias a tener a perder horas en extenuantes tranques para ir y regresar del trabajo. Para colmo, muchos proyectos de interés social están construyendose en áreas en las que no puede garantizarse el suministro de agua.
Incluso, los precios de apartamentos de lujo, dirigidos a los inversionistas extranjeros, están dejando de ser atractivos.
Aquí hay dos elementos a considerar tanto para el gobierno como para la empresa privada: primero, buscar alternativas para mantener en niveles aceptables la oferta de vivienda de interés social, ya que casi ningún promotor está haciendo algo por este mercado.
En segundo lugar, poner orden en cuanto a los permisos para proyectos de vivienda para personas con alto poder adquisitivo, porque su crecimiento ha ido como caballo desbocado. Y los caballos desbocados o se estrellan o se van por el abismo.