El hecho de que la población gay y lesbiana haya ganado mayor protagonismo y aceptación en la cultura occidental no tiene tanto que ver con las "modas", o con la exposición en los medios masivos, como con el desarrollo en años recientes de una cultura de tolerancia basada en el respeto a los derechos individuales y ciudadanos.
Los homosexuales se las vieron negras y obligados en quedarse engavetados en el closet durante la década de 1980, cuando el temor al SIDA, con su sarta de prejuicios, rumores infundados y paranoia, se difundía de boca en boca.
De no haberse dado este episodio hace 25 años, el proceso de aceptación de los homosexuales no hubiese tenido que esperar su arranque hasta mediados de la década de 1990.
La homosexualidad es algo con lo que como individuos podemos estar de acuerdo o en desacuerdo, pero en una sociedad como la nuestra, democrática, en la que el gobierno y la religión se mantienen separados, la discriminación o humillaciones por razones de preferencia sexual resultan intolerables.
Es por esto que resulta increíble como es que hoy día aún existen personas que miran a los homosexuales con horror, y les huyen como si se tratara del mismísmo Satanás.
Recordemos que hace décadas atrás, las mismas vejaciones que se cometían contra los homosexuales las compartían los negros, indios y mujeres.
Así como la sociedad occidental avanzó en el reconocimiento de los derechos de estos grupos de la población, así los homosexuales se están ganando su lugar.
Total, lo que determina el valor de un ciudadano son los aportes a su sociedad, no lo que haga a puertas cerradas en su alcoba.