Crítica en Línea
Desde que Estados Unidos reconoció diplomáticamente a China Popular y Taiwan fue expulsada de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se desató una batalla diplomática y política internacional sin precedentes, promovida por Pekín para aislar a la pequeña isla asiática y a su gobierno nacionalista alegando que Taiwan es una provincia rebelde.
La historia es precisa en el caso de los dos países. Taiwan, Formosa, China Nacionalista fue conquistada en el pasado por japoneses, holandeses, españoles y portugueses que vieron en la isla un sitio estratégico para la comunicación y los negocios con Asia.
Desde 1949 cuando el territorio de China continental cayó en manos del Partido Comunista, el gobierno nacionalista del General Jiang Jieshi (conocido como Chiang Kai-shek) se instaló en Taiwan y sobrevivió al aislamiento internacional, los planes de Pekín para tomar a la fuerza la isla y a las constantes amenazas de agresión militar proferidas por Pekín si los taiwaneses declaran la ansiada independencia ante el fracaso a una unificación bajo un sistema político con democracia, partidos políticos y libertad de expresión.
El reciente anuncio de Costa Rica de establecer relaciones diplomáticas con China Popular y romper sus tradicionales lazos con Taiwan aumenta aún más el debate.
Cuando Panamá reclamó a Estados Unidos sus derechos soberanos sobre el Canal y el fin de el sistema colonial establecido alrededor de la vía acuática, ninguna nación se dejó influenciar en su decisión de respaldar el movimiento nacionalista panameño porque Estados Unidos era su principal mercado para las exportación.
Nadie duda de la importancia de China como potencia mundial, pero �debe Panamá sacrificar sus relaciones con Taiwan por la imposición de China de no reconociento a Taipei?
�Debemos manejar nuestras futuras relaciones con China sobre la base de la intimidación hacia Panamá y al resto de los amigos y aliados?.
Es evidente que no podemos manejarnos bajo estas premisas.
Si China quiere relaciones diplomáticas con Panamá no puede imponer quienes son los países amigos y cuáles no. Aceptarlo sería cometer una injusticia y un grave error.
