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UN NI�O MATA A OTRO
La tragedia se apoder� de El Jobo

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Vielka C�diz F.
Chiriqu� / EPASA

Era la tarde del pasado viernes 25 de junio, cuando un juego de ni�os se convirti� sorpresivamente en una cruel tragedia. Un peque�o de tan s�lo 9 a�os y residente en la comunidad de El Jobo, Corregimiento de Horconcitos, distrito de San Lorenzo, mataba de un disparo en la cabeza a su amiguito de 14, con un rifle calibre 22.

Bajo una tarde serena y con s�lo el cantar de los p�jaros, el aullido de los perros y el cacareo de las gallinas, dos ni�os, quienes siempre sol�an estar juntos, jugaban al polic�a y al ladr�n.

La tranquilidad que caracterizaba a la comunidad de El Jobo, se vio interrumpida, cuando se escuch� el terrible sonar del arma y minutos m�s tarde, al infante Jos�, horrorizado por la acci�n que de manera ingenua, acababa de cometer.

Tal fue la impresi�n que se llevaron los vecinos, al llegar al lugar de los hechos y vieron en el interior de la casa donde resid�a el autor accidental del crimen, sobre el piso de tierra, el cuerpo ensangrentado del indefenso Pablo Antonio L�pez Vargas, a quien le hab�a volado los sesos.

Se trat� conocer la situaci�n real de lo sucedido y para ello se traslad� hasta la lejana comunidad de El Jobo, ubicada a unos 25 kil�metros de la ciudad de David.

Tras un largo recorrido en autob�s y despu�s por espacio de una hora a caballo, donde encontramos a varios campesinos, logramos llegar al sitio donde se suscit� aquella terrible tragedia que a�n mantiene consternados a las 90 personas que aproximadamente habitan en la regi�n.

En medio del viaje, bajo un sol radiante y por un solitario camino de piedra, nos encontramos al �nico maestro que labora en una comunidad cercana a El Jobo y el cual imparte clases de primero a sexto grado, Jos� Mar�a Cerrud, y �ste nos manifest� que Pablito y Jos� eran ni�os normales como cualquier otro; sin embargo, record� que el �ltimo, proven�a de un hogar inestable, que su madre era soltera y adem�s, confrontaba problemas mentales.

Como siempre, en la comunidad prevalec�a un ambiente sereno, pero con la diferencia que ya estaban ausentes, tanto Pablito como Jos�.

El primero, varios metros bajo tierra y el otro, viviendo quiz�s la m�s angustiosa pesadilla de su vida, ya que adem�s de tener en su mente este crimen; el pasado martes, a�n permanec�a en las instalaciones del Tutelar de Menores, a cargo del Juez Edgar Torres.

Una vez llegamos a la humilde vivienda de Ca�azas, fuimos recibidos por la madre del occiso, Delsa Mar�a Rodr�guez, quien con l�grimas en los ojos y en compa��a de dos de sus peque�os, nos relat� su versi�n en torno al lamentable incidente.

Con la voz quebrantada, la doliente indic� que cuando observ� a su hijo tirado, ella se acerc� y se percat� que el ni�o no estaba muerto, por lo que dio aviso de inmediato a los vecinos y en una hamaca, procedieron a llevarlo hasta la comunidad de San Lorenzo, para despu�s conducirlo hasta el Hospital Regional de David, donde lleg� casi moribundo despu�s de unas tres horas de camino.

La sufrida madre dijo que al hablarle a su hijo, �l hizo el intento de pronunciar alguna palabra, pero la cantidad de sangre que sal�a por su nariz y la boca se lo impidieron.

Tras suscitarse el accidente, Delsa Mar�a responsabiliz� al padre adoptivo de Jos�, quien tambi�n es primo-hermano suyo, porque de manera descuidada dej� el arma en un lugar accesible a los ni�os.

Y es que por desgracia del propietario, la escopeta cargada de balas, estaba en una esquina detr�s de la puerta.

En tono enf�tico, Delsa Mar�a implor� a las autoridades encargadas del caso, que hagan pagar a su primo de la muerte de su hijo, porque considera que �l es el �nico culpable por haber dejado el rifle con municiones.

De igual forma, nos dirigimos hasta la vivienda de Jos� y all� nos encontramos con su madre adoptiva Digna de Aguirre y sus tres hijos biol�gicos.

Al consultarla sobre el tema, ella revel� que se encargaron del peque�o Jos�, tres d�as m�s tarde de una reuni�n evang�lica, donde lo conocieron hace aproximadamente tres a�os.

Agreg� que Jos�, quien aparentemente viv�a con sus abuelos, les hab�a manifestado que era objeto de maltrato y que por lo tanto, no deseaba regresar a ese hogar.

Tras ver la desesperaci�n del menor, la pareja de cristianos decidi� ayudarlo y se quedaron con el ni�o, pero para ello, investigaron su procedencia.

Efectivamente y tal como el peque�o lo hab�a pronunciado, conocieron que su madre sufr�a problemas mentales y que incluso, permanec�a recluida en la sala de psiquiatr�a del Hospital Regional Rafael Hern�ndez de la ciudad de David.

Aguirre dijo que en una ocasi�n, el ni�o le asegur� que sus abuelos lo mandaban a comprar chirrisco desde una comunidad a�n m�s lejana conocida como Llano Grande.

Con relaci�n al sangriento crimen, asegur� desconocer si el arma ten�a balas y enfatiz� que el esposo no mand� al ni�o a matar a Pablo, por lo que no es culpable.

Tambi�n agreg�, que como ciudadano responsable, se ha presentado las veces que lo han llamado ante las autoridades competentes, y rechaz� ciertas acusaciones de que anda pr�fugo.

Entre tanto, dijo estar insegura de aceptar al ni�o nuevamente en la casa, porque ellos tienen hijos, los cuales podr�an estar temerosos de convivir con �l.

Por su parte, algunos moradores del lugar, dejaron ver su temor por el posible regreso de Jos� y en ese aspecto, se mostraron en desacuerdo con que ello ocurra.

Mientras las autoridades investigan el caso y la familia de la v�ctima llora a Pablito, el indefenso Jos� contin�a acorralado. Lo m�s terrible, es saber que, aunque la justicia no lo culpe, porque el acto se cometi� bajo la m�s completa ingenuidad que caracteriza a cualquier ni�o, ahora el infante tendr� que sufrir la pesada carga que significa verse rechazado por la sociedad.

Parece como de pel�cula, pero lamentablemente no lo es. Esa es la gran cruz que durante el resto de su vida, tendr� que llevar el peque�o Jos�.

 

 

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Parece como de pel�cula, pero lamentablemente no lo es. Esa es la gran cruz que durante el resto de su vida, tendr� que llevar el peque�o Jos�.

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