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Martes 6 de julio de 1999


EDITORIAL
La urgente ley de sueldos y salarios

Las exigencias que formulan las instituciones de financiamiento internacional para proceder a los desembolsos de más de doscientos millones de dólares solicitados por Panamá, que el Gobierno utilizaría en apoyo presupuestario, colocación de papeles en los mercados financieros y financiamiento de proyectos de inversión, señala la dictación de una Ley General de Sueldos y Salarios para el sector público.

Panamá, en años anteriores al golpe castrense de 1968, gozó de una Ley General de Sueldos y Salarios, que junto al Clasificador de Cargos y Posiciones de la estructura gubernamental, permitió racionalizar la captación, nombramiento, promoción y evaluación de los funcionarios estatales.

Las hepáticas decisiones de los entorchados encumbrados en el mando público eliminaron el instrumento de remuneración pública, distorsionaron las nomenclaturas de los cargos, y permitieron que factores de influencia personal y política determinaran sueldos y salarios públicos, con lo cual se generó el desorden, rayano de desastre, que ahora campea en estos menesteres.

La exigencia del Fondo Monetario Internacional resulta sana, oportuna, para que la agenda ejecutiva y parlamentaria panameña avance por derrotero de ascenso y firmeza.

Permitir que continúen las ofensivas diferencias y los desniveles entre los empleados del estado que niegan la máxima universal de remuneración igual a trabajo igual, significaría que aceptamos como valido los desajustes que muestra choferes de iguales vehículos con pagos de abismales diferencias, o de secretarías con sueldos de ejecutivos, y funciones operativas.

El país tiene el compromiso de adecentar prácticas laborales eliminando favoritismos y desterrando amparos insostenibles, productos de compadrazgos, partidarismos, amiguismos y censurables tolerancias, una vez que el estadio de sumisión, de ventajismos que los golpistas introdujeron en el desenvolvimiento administrativo panameño, deben cesar para bienestar colectivo y sanidad de la democracia.

El régimen que gobernará a partir del próximo septiembre, encabezado por la Presidenta Mireya Moscoso tiene la responsabilidad de alcanzar los consensos y arreglos correspondientes, de manera que la agenda de temas de estado, entre los cuales sobresale legislar las normas de sueldos y salarios del funcionariado se materialice y cese el arbitrio y el espontaneísmo que ahora domina en tan sensitivos asuntos públicos.

 

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