Cuando se escucha a los opositores al Tratado de Libre Comercio (TLC), la memoria de muchos panameños se traslada a la época de los acuerdos Torrijos-Carter de 1977, cuando se decía de todo pero con el tiempo, muchos de esos adversarios, han tenido grandes beneficios y nadie se atreve a decir que fueron malos los convenios sobre la vía Interoceánica.
Panamá tiene muchas fortalezas en los campos de servicio, agroexportación no tradicional, portuario, la comunicación y en nuestro propio servicio de agua potable; en fin, en una serie de actividades donde nuestro país de demuestra su importancia en América Latina.
Somos conscientes que ciertos rubros de la agricultura no deben ser incorporados, pero lo más importante es tener claridad, se debe elevar el nivel tecnológico de la producción para no sólo hacerlo más competitivo, sino para abaratar los costos de la producción en beneficio del consumidor.
Tenemos los talentos suficientes, en todos los niveles, para discutir este tema, lo malo es cuando existen personas, en especial jóvenes, que pretenden revivir aspectos ideológicos para finalizar una lucha imaginaria contra un enemigo que es el "imperialismo yanqui".
Querer inventar un neocomunismo como meta final de una lucha y orientar el movimiento popular por esa ruta, es desconocer la historia, como los casos del presidente obrero Lula Da Silva, el de China Comunista y los grandes esfuerzos de Cuba para insertarse en la economía de mercado.
Negar una evolución histórica como la que vivimos, donde se cimientan las instituciones democráticas, sin la intervención estadounidense, en un país con plena soberanía, con la capitulación de los llamados poderes imperiales frente a las aspiraciones panameñas, es desconocer la lucha histórica de nuestro pueblo.
Los neocomunistas nacidos como los nuevos dinosaurios, lejos de aportar planteamientos con convicción popular, están trabajando en la línea equivocada, quizás porque hoy día ser comunista no es nada extraño.
