Los talingos están acabando con la belleza del parque de Cervantes en el centro de la ciudad de David, donde el fétido excremento amanece dispersado por doquier entre bancas y aceras.
Las mañanas ya no son iguales para Boris Armando, tras acudir de forma religiosa al parque para tomarse una pipa, por el olor es tan fuerte que le impide permanecer un minuto en el área. Las siestas en este lugar han sido invadidas por cientos de estas aves que todas las noches llegan a dormir con un ruido estridente acaparando cada rama de los grandes y frondosos árboles que embellecen la ciudad.