FAMILIA
Yo jugué con las drogas y perdí
Adolfo Pérez
Un día un amigo se
endrogó con una combinación peligrosa: alcohol y heroína,
y perdió la razón. Luego entró a uan casa y atacó
a un hombre. La policía lo arrestó. Primero lo llevaron al
hospital, y luego a la cárcel. Durante su convalescencia lo visité
y le hablé de corazón a corazón. Desde ese día
no volví a usar más la heroína. Continuaba usando drogas
de menor potencia. La marihuana era la que más me apetecía.
Me relacioné con otras drogas, entre allas el "polvo de angel"
(Clorhidrato de fenciclidina), que produce casos espectaculares de psicosis
permanente.
Luego me dediqué a vender marihuana. El negocio era excelente,
pues su consumo es algo asombroso. Ganaba bastante dinero, y al mismo tiempo
mantenía un abundante suministro para mí.
Conocí a una buena muchacha y me casé con ella, pero mi
vida nocambió en lo más mínimo. Tenía el negocio
en mi propia casa, la cual se mantenía llena de gente indeseable.
Como las cosas no podpian seguir desa manera, por miedo a la policía
y porque quería estar a solas con mi esposa, resolví no ser
más un traficante de droga sino dedicarme a mi hogar. Por entonces
me entregué a la bebida.
El alcohol me trajo experiencias muy desagradables. Me envicié
tanto, que consumia hasta dos cajas de cerveza diariamente. La mayoría
de los veces llegaba borracho a mi casa.
Mi esposa estaba embarazada. Yo volví a mis antiguas andanzas,
comencé a inhalar ácido. Un día me intoxiqué
tanto, que por poco me vuelvo loco. Me miré en elespejo, y en vez
de ver mi propio rostro vi un monstruo aterrador. Salí disparado
de mi casa para respitar aire fresco. En medio de la naturaleza pude razonar.
¡Y por primera vez en mi vida le pedí a Dios que me ayudara!
¡Por vez primera sentí el impulso de comenzar de nuevo!
Un día se presentó milagrosamente una señora a nuestro
hogar, y nos preguntó si queríamos tener estudios bíblicos
con ella. Como queríamos saber más acerca de Dios aceptamos
la oferta, y ella cumplió religiosamente su misión. Pero luego
nos mudamos de la ciudad donde vivíamos y nos radicamos en San Diego,
California, y los estudios de la Biblia quedaron truncos. Y las cosas comenzaron
de nuevo a empeorarse en nuestro hogar.
Las relaciones entre mi esposa y yo fueron deteriorándose, y por
fin resolvimos separarnos, a pesar de que ya éramos padres de un
hermoso niño a quien habíamos bautizado con el nombre de Adán.
Estuvimos separados tres meses, hasta que un día resolví visitarla
y ver a mi hijo, que era para mí prácticamente un desconocido.
Volvimos a juntarnos, pero con el propósito de superar nuestras diferencias
con la ayuda de Dios, a quien ya empezábamos a conocer.
Un día, para sorpresa nuestra, llegaron tres hombres a nuestra
puerta. era el pastor de la iglesia adventista del lugar, y dos de sus ayudantes.
Los hicimos entrar, y como una contestación a nuestras oraciones,
comenzaron a hablarnos de la Biblia y de otras cosas maravillosas. Estudiamos
don ellos por algún tiempo, y después nos instaron a que nos
bautizáramos. Yo no quería hacerlo, porque no había
podido librarme de las garras del alcohol. Pero con la ayuda de dios y la
oración de mis hermanos pude dar aquel solemne paso y abandonar por
completo los males que anteriormente me dominaban. Había nacido de
nuevo. Disfrutaba de una nueva vida. Y me propuse llegar a ser una ayuda
para la humanidad.
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