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TESTIMONIOS: LOS DELINCUENTES TAMBIEN TIENEN MADRE, PERO TAMBIEN A ELLAS ACABAN
El corazón de una madre hecho trizas
En un niño de diez años descansan las esperanzas de esta madre, quien ruega a Dios que lo aparte del mal camino. Su fuerte corazón se mantiene latiendo aunque esté hecho trizas por el dolor de ver a sus hijos descarriados.

Miriam Vicenta Almanza | Cr�tica en L�nea

Doña Sara es la madre de una familia de pecadores.

De sus cinco hijos, cuatro salieron como las ovejas negras del rebaño blanco por tradición.

La mayor, Berta, como se llamaba la abuela materna, se juntó con un traficante criollo de drogas; Ramón, el segundo, está en la cárcel porque lo "pescaron" con dos kilos de cocaína hace unos tres años; Rosa María, la tercera, se inclinó por la vida fácil y sale cada noche a la Avenida Cuba; Juan José, de 17 años, tiene dos asesinatos a cuestas, es ladrón y hasta drogadicto. Y el último de sus hijos, Robertito, tiene 10 años, y pareciera ser el cordero elegido para redimir a sus hermanos, pues su inocencia es intacta, aún.

Este cuadro se desarrolla en un sector capitalino, donde la señora Sara, con mucha pena, accedió a contar sus días espinosos, con la condición que no la hicieran pasar más verg�enza, y se le dieran algunos pincelazos a la historia para no tener que responder "necedades" de sus vecinos.

C: Doña Sara, �cómo son sus noches?

S: Con el tiempo me he acostumbra'o a coger unas cuatro horas de sueño. Antes no dormía por el temor de que me trajeran la noticia de desgracia. La primera vez que Ramón cayó preso, un dolor muy grande me apretaba el pecho. Somos pobres y no tengo pa' pagar un aboga'o. Cada vez que lo voy a visitar a La Joya, se me parte el alma verlo ahí, y hasta me siento culpable. Quizás por no darle un hogar como dicen que debe ser, es que mis hijos están descarriados.

Las palabras de Sara salían entrecortadas. Sus pupilas se achicaron y en el iris de sus ojos negros, relucía la tristeza. Se enjugó una lágrima necia que amenazaba con desbordarse.

"Si le cuento.. casi no puedo conciliar el sueño pensando que a Juan José me le metan un tiro. Porque el muchacho es teso. Yo lo aconsejo, pero no me hace caso. Tiene una gavilla que da miedo. Mi esperanza se cifra en Robertito, y le pido a Dios que me lo cuide de andar en malos pasos".

C: �Cómo es su relación con sus vecinos? �Saben ellos de lo que sucede?

S: Aquí no se puede tapar nada. Claro que saben, y algunos me ayudan a veces a pasar los malos ratos que me traen.

El lugar donde vive doña Sara es considerado rural. Queda en las afueras, como quien va hacia Colón.

A su humilde morada han llegado a altas horas de la noche, elementos del mal vivir, en busca de Juan José, el menor delincuente.

"Hace como un mes, era como la 1: 00 de la madrugada, y tocaban la puerta con tanta fuerza que creí que me la echarían abajo. Me decían que si no abría, me iban a tirar bala. Cuando abrí, entraron como endemoniados buscando a mi hijo. Les dije que no estaba y le dejaron una nota. Yo no sé leer, pero Robertito me dijo que ahí decía que si no le daban su parte, me matarían".

Así es la vida de doña Sara. Ella tiene que pagar a veces las cuentas de su hijo Juan José, quien sale cada noche y "parquea" en la calle de abajo con sus compinches.

Según los vecinos, cuando la gavilla se para por esos lares de noche, es como si hubiera una fiesta de cucuyos. "Sí fuman y hasta acá se siente el olor a marihuana", dijo una vecina.

Lo que los vecinos ignoran es que la gavilla, como los nombran, no sólo fuman marihuana, si no que incursionan en otras drogas como crack y cocaína. Tienen un vigilante que les avisa si por casualidad se asoma alguna ronda policial, y salen huyendo o eliminan evidencias.

Moradores que salen tarde de sus trabajos, han sido asaltados por Juan José y sus compinches.

"La señora Sara nos da lástima. Ella es una mujer muy trabajadora y nos duele ver cómo sus hijos le han salido tan malos. Esa señora, a veces tiene que salir corriendo como esté vestida, porque le avisan que uno de sus hijos se lo llevaron preso, o que alguien quiere matar a Juan José", narró otro morador.

MADRE POR SIEMPRE
"No sé si estoy pagando algún karma, pero no puedo dejarlos abandonados. Si ellos me necesitan, es mi deber ver si los puedo ayudar. He pedido hasta prestado para sacarlos de la cárcel, pagar multas.. A veces no tengo ni para ir a ver a Ramón, el que está preso, y lavo ajeno para ganar unos reales y tener para el pasaje. Me conformo con hablarle".

La vida de doña Sara, quien tiene 49 años, ha sido dura. De joven se juntó con un hombre que le prometió el Cielo y la Tierra, pero que sólo le dio un rincón en una finca ajena, donde la abandonó con sus tres primeros hijos, después de darle trompadas por casi diez años. Después conoció a otro señor que se comprometió con ayudarle a criar s su hijos, pero quien "sacó las garras" a los pocos meses de vivir juntos. Ese hombre le hizo la casita donde ella ahora vive con dos hijos más pequeños, producto de esa unión. El hombre también le dio mala vida, pero se las aguantaba para dar de comer a sus hijos.

Todos los días le pedía a Dios que la ayudara. Se metió a la religión (protestante) donde consiguió un poco de paz. A las reuniones de Salón, la acompaña Robertito, y entre los dos oran por sus muchachos descarriados.

"En mi corazón sólo hay amor para ellos. No los puedo rechazar. Son mis hijos, sea por frito o sea por asa'o. Y si también los señalo como lo hacen los demás, entonces sí que no tendrán esperanzas de salvación. Yo confío en que se arrepientan y vuelvan al camino del bien".

Así es una madre. Aunque sus hijos le partan el corazón día y noche, para ella siempre serán las ovejitas descarriadas que volverán al redil.

C: �Alguna vez ha denunciado Ud. a Juan José?

S: No lo puedo llevar a la Policía porque sé que ahí lo dejarán encerrado, pero sí he buscado ayuda en otros lados, como la Cruz Blanca Panameña, Chapala y Remar, donde me dicen que él debe estar de acuerdo con recibir la ayuda, pero Juan José no quiere. Dice que yo no sé lo que es vivir y que lo deje a él hacer lo suyo.

ESPEJO
Como la señora Sara hay varias mamás en este país, cuyas realidades las destrozan cada día cuando ven salir a sus hijos que andan en malos pasos, sin saber si los volverán a ver.

Ellas hacen lo humanamente posible por sobrellevar a sus hijos y darles lo mejor, pero a veces, el entorno absorbe al muchacho.



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