MENSAJE
La capacidad de resistencia
Hermano Pablo
Costa Mesa, Califonia
Fueron cuatro años de
tortura, de tortura mental y moral que sufrió Alain Favier, escolar
francés. Cuando entró a la escuela, de 6 años de edad,
era muy gordo, y todos sus compañeros se burlaban de él. Las
burlas siguieron año tras año.
Ya de 10 años de edad llegó un día a su escuela,
en los suburbios de París, pesando más que nunca. Sus compañeros
se rieron, también, más que nunca. Pero el sobrepeso de Alain
ese día consistía de cuatro cartuchos de dinamita.
El chico se juntó a cinco de sus compañeros y encendió
la mecha. Los seis murieron en la explosión. "La carga psicológica
era demasiado pesada- comentó el Dr. Clement Janvier, psicólogo
de la escuela-, y el pobre Alain solucionó su problema con una carga
de dinamita".
Este trágico incidente ocurrió en Francia plantea una vez
más un problema muy humano. ¿Cuánto somos capaces de
resistir? ¿Hasta cuánto puede el alma humana, o el corazón
humano, soportar una humillación continua, un continuo dolor, o una
continua situación de injusticia?.
La resistencia de una caldera de vapor puede medirse. El motor de los
automóviles lleva también escrita su capacidad de poder, y
no hay que exigirle más. Así también las vigas de acero
de un puente, o el cable de tracción de un remolcador, y aún
el pequeño resorte que mueve la fina maquinaria de un reloj. Todas
las piezas mecánicas están hechas con cierta capacidad de
resistencia. Exigirles más es peligroso.
¿Y cuánta resistencia tiene el ser humano? ¿Habrá
alguna manera de medir la capacidad del sufrimiento físico o moral?
La verdad es que no hay manera de saber cuánto puede resistir una
conciencia culpable antes de caer de rodillas y confesar a Dios su delito,
o antes de buscar en el suicidio el escape a su dolor.
Por eso, antes que sea insoportable la carga de nuestra conciencia, arreglemos
cuentas con Dios. Libertad plena únicamente se encuentra cuando nos
despojamos de toda carga de conciencia. Eso solamente ocurre cuando le entregamos
nuestro cargado corazón a Dios. Ya tenemos la invitación de
Cristo. "Vengan a mí todos ustedes que están cansados
y agobiados, y yo les daré descanso" (Mateo 11:28). Entreguémosle
nuestro dolor a Cristo.
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